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Como ya sabrán, cada año, la Fundación del Español Urgente (FundéuRAE) elige la palabra más representativa de ese periodo, la que refleja nuestras preocupaciones colectivas, la que mejor encapsula nuestras obsesiones. Este 2023, que acaba de morir entre fuegos artificiales, queda resumido por la palabra «polarización».
... La política y la sociedad españolas están polarizadas. ¿Quién las «despolarizará»? Pues seguramente nadie, porque para conseguirlo tendría que haber un regreso a la sensatez y al respeto; pero, según oyes por ahí, a un lado tienes fascistas nostálgicos del franquismo (o incluso del nazismo) y, al otro, comunistas bolivarianos filoetarras. Esa es la caricatura que hacen de su rival, claro. De sí mismos hablan maravillas: todos vienen a salvar nuestro país del abismo.
Ya están dejando de ser noticia las agresiones verbales y casi físicas en el Parlamento nacional y en todos los «parlamentillos» que hay dispersos por nuestro territorio. Nosotros, en Castilla y León, también tenemos uno de esos, un edificio faraónico que acabó costando, para no perder la costumbre, el doble del presupuesto inicial. Estaba destinado a ser un Madison Square Garden de la retórica y de la inteligencia, aunque últimamente sólo alberga espectáculos bochornosos.
Insultos, desplantes, gestos obscenos (peinetas, felaciones)… Un catálogo muy elegante y muy pedagógico. En la televisión, ves las imágenes de las trifulcas una y otra vez y los tertulianos de turno discuten si Fulano dijo lo que parece que dijo e hizo lo que parece que hizo. Como la política se ha futbolizado, dentro de nada tendremos que introducir el videoarbitraje en las sesiones parlamentarias.
En ningún otro ámbito de nuestra vida pública toleraríamos el nivel de zafiedad que estamos consintiendo a estos «hooligans» con corbata. Imaginen un ambiente así de enrarecido e improductivo en un hospital, en una fábrica o en un instituto. Alguien se iría a su casa suspendido de empleo y sueldo.
Polarización significa que ahora todo es blanco o es negro, sin escala de grises. Las propuestas y opiniones que proceden del otro bando hay que pisotearlas sin miramientos; las que proceden del bando propio se acatan como verdades resplandecientes. Esa desaparición de los matices es un fenómeno tan grave como la desaparición de las abejas. Aunque no nos vamos a extinguir por ello, constituye un innegable retroceso evolutivo. Nos aproxima un poquito más al hombre de Atapuerca.
Tal vez llegará un año en que la palabra elegida por la FundéuRAE para retratarnos será un gruñido o un eructo.
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