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En Valladolid, a no mucha distancia de mi casa, hay un paseo que honra la figura cada vez más turbia de Juan Carlos I. Antes se llamaba carretera de Circunvalación, que quizás no era una denominación bonita, pero sí era funcional y nada problemática. Nuestros ... políticos tienen la manía de bautizar a los espacios públicos con nombres de personas y luego pasa lo que pasa: que aparecen nuevos datos que dan un vuelco a la biografía o al cuento oficial.
En total, en España tenemos más de 600 calles y plazas que llevan el nombre del Emérito, casi 80 en Castilla y León. En muchos ayuntamientos ya han tomado la decisión de rebautizarlas. Sobran los motivos: las comisiones ilegales por hacer de intermediario en negocios, la fortuna de 1.800 millones de euros (de origen ilícito) que Juan Carlos I quiere dejar a sus hijas a través de una fundación de Abu Dabi, las maletas cargadas de billetes entrando alegremente en Barajas mientras en el mensaje de Nochebuena se nos recetaba austeridad…
Ahora están en el candelero y en el candelabro los audios de Bárbara Rey, que no contienen nada que no se supiera ya antes, porque había trabajos de investigación sobre el asunto, pero este país es de poco leer. Ya dejó dicho Manuel Azaña que, en España, la mejor manera de guardar un secreto era escribir un libro.
Aparte de muchas otras consideraciones, lo de Juan Carlos I es un caso de masculinidad tóxica nivel Chernóbil. ¿Qué pensarán de ello en nuestro ministerio de Igualdad? Traten de imaginar a este individuo viendo Televisión Española: cuando le llamaba la atención alguna presentadora, cantante o lo que fuera, descolgaba el teléfono y ponía en marcha los mecanismos del Estado para que le resolvieran el cómo, el cuándo y el cuánto. No me extrañaría que hubiera querido tener también una cita de lujuria y fondos reservados con la Gallina Caponata que salía en 'Barrio Sésamo', hasta que uno de sus lacayos cortesanos le explicó que aquellas curvas eran de gomaespuma.
El día en que se filtre a los medios de comunicación un audio que nos desvele el verdadero papel del exmonarca en el 23-F, el relato idílico de nuestra Santa Transición, como la llamó Umbral, va a quedar muy deteriorado.
Si en la Transición no se hubieran barrido tantas porquerías debajo de la alfombra, tal vez ahora tendríamos menos corrupción, menos desprestigio institucional, menos nepotismo caciquil y menos chanchullos financieros. Nuestra cultura democrática es deficitaria porque a nuestra democracia, igual que a algunos linajes dinásticos, le falta todavía un hervor.
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