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En todos los países de la Unión Europea nos está haciendo falta, con cierta urgencia, un Ministerio de Asuntos Terroríficos. Ya que gran parte de ... la política contemporánea consiste en meter miedo a la gente, por lo menos vamos a unificar todos los sustos y disgustos y organizarlo bien. Propongo que, en las ruedas de prensa de este nuevo ministerio, el fulano portavoz lleve una dentadura de plástico, de las de Halloween, y suenen de fondo aullidos de lobo y violines histéricos.
¿Ya tienen, queridos lectores, el kit de supervivencia para las primeras 72 horas del holocausto nuclear? ¿Han decidido en su comunidad de vecinos en qué orden se van a comer unos a otros cuando no quede más remedio que recurrir al canibalismo? ¿Han consultado con un estudio de arquitectura si les cabe un búnker con gruesos muros de hormigón en la parcelilla del pueblo? Pues dense prisa porque, con los aranceles de Trump, los precios de los materiales y los alimentos se van a disparar y habrá desabastecimiento en los supermercados, saqueos, turbamultas, zombis y terremotos.
Bromeo sobre el tema, pero en realidad estoy muy enfadado con todo esto del rearme y de la paranoia creciente. 800.000 millones de euros nos vamos a gastar los europeos en los próximos años no se sabe muy bien en qué.
Nos están haciendo regresar a la época de los arsenales atómicos y los botones rojos. Es obvio que se está exagerando la amenaza para poder alimentar la industria armamentística con el dinero de nuestros impuestos. El lobby de las bombas es muy influyente en Bruselas y en todo el planeta y no existe un lobby del sentido común porque con eso no se forra nadie.
Por supuesto que Putin y Trump son tipos difíciles y con rasgos psicopáticos (como muchos otros líderes), pero es que la principal tarea de nuestros representantes diplomáticos es evitar el conflicto, sea económico o sea bélico. Es su trabajo y cobran un sueldazo por ello. Que hablen y que negocien. Básicamente, la civilización consiste en tratar a diario con un montón de gilipollas sin perder los nervios ni llegar a las manos. Y eso es válido para todos, desde el encargado de una ferretería de barrio hasta las altas esferas de la geopolítica.
No estamos en el preludio de una Tercera Guerra Mundial. Sólo son unos cuantos tipejos sin escrúpulos estropeando un poco más el mundo. Vendrán tiempos mejores. Mientras tanto, no olviden su kit de supervivencia: hacer oídos sordos a todas estas tonterías apocalípticas, una terraza, una cerveza y ese sol primaveral que por fin asoma entre las nubes.
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