La despoblación

Las administraciones deben financiar las rutas deficitarias para que esos servicios no dejen de prestarse. Como suele ser habitual, el Gobierno central y el autonómico se echan el uno al otro la culpa de la situación. No sé ustedes, pero yo ya estoy muy cansado de este rifirrafe constante en torno a las competencias o incompetencias de cada uno.

A partir de ahora, seguiremos subvencionando el AVE para ejecutivos con portátiles de última generación que van a Madrid. En cambio, a la señora Eufrasia (nombre ficticio), viuda pensionista, habitante de un pueblecillo recóndito que cogía una vez a la semana el autobús para desplazarse a la ciudad más próxima a hacer algunas compras y distraerse, la dejamos tirada: que la zurzan o que se pase al coche eléctrico.

Desde que tengo memoria, se viene hablando de la despoblación como uno de los mayores problemas que afectan a nuestra comunidad. Figura siempre en los programas políticos, pero un poco de adorno, igual que algunos se marcan cada enero el objetivo difuso de adelgazar o aprender inglés.

Cuando tienes veinte años, te quieres mudar a Nueva York o Londres, al corazón del hormiguero, al epicentro del terremoto. Cuando ya has rebasado los cincuenta, buscas la tranquilidad y quizás hasta te plantees instalarte en Aldeaseñor, en el páramo soriano, que es aquel pueblo en extinción cuyos vecinos fueron retratados, hace ya dos décadas, por la cineasta Mercedes Álvarez en el estupendo documental 'El cielo gira'.

Romanticismos aparte, para atraer a la gente a un pueblo pequeño es fundamental que haya una buena conexión a Internet y una cobertura estable de teléfono. También es conveniente contar con unas carreteras transitables que te lleven en un tiempo no exageradamente largo hasta un centro de salud o a un sitio donde puedas avituallarte.

Si lo que buscan nuestros políticos son nuevos lugareños que no necesiten teletrabajar, que no requieran asistencia sanitaria (que sean capaces incluso de suturarse sus propias heridas) y se alimenten de las alimañas que cazan por ahí, sólo se me ocurre un candidato idóneo: Rambo.

No digo que la despoblación del ámbito rural sea fácil de revertir, ¿pero no les parece desolador que después de cuarenta años de autonomía sigamos prácticamente en la casilla de salida?