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La mala fama la acarrea enero, pero a mí el mes que más me cuesta subir o escalar, con diferencia, es diciembre. Como sucede con frecuencia en nuestra sociedad (con el fútbol, por ejemplo), la Navidad se nos ha ido paulatinamente de las manos y ... se ha convertido en un monstruo terrorífico que arrasa con todo y causa estragos. Un Godzilla que canta villancicos.
Cada año añadimos más música, más vatios, más bullicio, más azúcar del real y del simbólico y lo peor de todo es que comenzamos los preparativos navideños en noviembre. No sé ustedes, pero yo ya llego exhausto y empalagado a estas alturas y ni siquiera hemos superado la Nochebuena.
El otro día, el centro de Valladolid parecía Calcuta por la densidad de población. Hasta me pareció divisar a lo lejos una manada de monos haciendo equilibrios por los cables del tendido eléctrico. Qué estrés y qué agobio. Los ayuntamientos compiten por ver quién coloca más lucecitas led. Existe incluso un turismo para ir a fotografiar bombillas a otras ciudades. Nos lo dicen hace algunos años y lo habríamos tomado por una broma.
No me negarán que esta es una época muy extraña. En la tele, se yuxtaponen las imágenes de cadáveres asomando bajo los escombros con los anuncios de juguetes. Gente que en mayo se haría la distraída para no tener que saludarte, ahora cruza la calle y te da un abrazo. Gente que no te ha llamado en todo el puñetero año, ahora se quiere tomar un café o una cerveza contigo. Un poquito de coherencia, por favor.
Hay que pedirle a quien manda en España, Carles Puigdemont, que limite el abuso de la Navidad. Y ya de paso, que prohíba también el uso de Twitter (o X o como se llame) a los políticos. Eso mejoraría mucho la convivencia y agilizaría la gestión de los asuntos mundanos, porque ahora los supuestos servidores públicos están obsesionados con los 'likes', con parir ocurrencias y con hacerse virales, que son chorradas más propias de un adolescente que de personas hechas y derechas.
El cambio de año es el momento para formular buenos propósitos, desde los tópicos como dejar de fumar hasta los utópicos como la paz mundial, que ya no espera nadie, porque la guerra es una industria y, de vez en cuando, hay que devastar países para luego reconstruirlos: doble negocio y doble beneficio.
Venimos de una pandemia planetaria y nuestra economía está conectada a un respirador artificial, así que nos tendremos que conformar con ir tirando. Haremos lo que podamos. Feliz Navidad y próspero Apocalipsis.
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