

Secciones
Servicios
Destacamos
Faltan pocos días para Villalar y la gente está hecha un lío y no sabe si se quedará en casa leyendo un libro, acudirá a ... la campa o asistirá a uno de esos conciertos gratuitos que nuestros amados líderes se han inventado precisamente para sabotear aquello que se supone que deberían apoyar. Lo de «gratuito» lo usamos aquí con la segunda acepción del diccionario de la RAE: «que no tiene fundamento o justificación».
No es fácil de entender (ni mucho menos de explicar) por qué el día de Villalar sigue resultando para algunos tan problemático. Hagamos memoria:
Villalar, entiéndase la paradoja, era la fiesta autonómica antes incluso de que existieran las autonomías. En una llanura de esa localidad vallisoletana, se congregaba un público popular (me refiero al pueblo, no al partido). A veces, aparecía por allí la ultraderecha a reventar la verbena. Algunos de esos macarras quizás ocuparon después cargos importantes, de los de traje y corbata, y volvieron a Villalar ya no a repartir cadenazos, sino discursos institucionales.
Con la España democrática y descentralizada y el «café para todos», la conmemoración de la batalla de la derrota comunera pasó a ser, oficialmente, la fiesta regional.
Pero la celebración en la campa siguió siendo espinosa para la derecha, que cuando hacía acto de presencia no siempre era bien recibida. Recuerdo un año en que un energúmeno casi le abre la cabeza con un pedrusco a una directora general de la Junta. Con Juan Vicente Herrera, después de muchos años, la situación se normalizó. Por fin, se consiguió tener la fiesta en paz, aunque Mañueco suele realizar su ofrenda en el monolito a horas intempestivas y casi de puntillas para no hacer mucho ruido.
Y en esas estábamos cuando Vox entró como socio de gobierno y se hizo con el control de una fundación que se llamaba Villalar y que tenía como objetivo fomentar el espíritu regional. Ahora esa fundación ya no se denomina así y sus propósitos son confusos. Con el Ayuntamiento de Villalar se colabora lo mínimo de lo mínimo. Y en esa fecha, para contraprogramar los actos de la campa, se han sacado de la manga doce conciertos absurdos y dispersos que, en conjunto, van a costar casi un millón y medio de euros. ¿El despilfarro de dinero público no se considera una forma de malversación?
Comprenderán ustedes por qué, cuando a mí me preguntan por ahí que de dónde soy, digo sencillamente que de Valladolid, salvo si me lo preguntan en León, donde, para evitar conflictos, pongo acento andaluz y me hago pasar por sevillano del barrio de Triana.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Recomendaciones para ti
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.