La 'alegría' de verano
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Sánchez ha salido airoso del debate sobre el estado de la nación en la coyuntura más difícil, pero el desgaste en otoño puede pulverizar cualquier pronósticoEl presidente Sánchez no solo ha salido vivo del debate sobre el estado de la nación sino que tiene razones para sentirse satisfecho. Ha logrado cargar la batería, al menos hasta otoño. Afrontaba el pleno en un momento precario para sus intereses, con las encuestas ... en contra y una sensación de fin de ciclo que las elecciones andaluzas parecían instalar. Alberto Núñez Feijóo podía sentarse tranquilamente a fumarse un puro y esperar a consolidarse como alternativa anclada «en el centro» sin cometer errores. Pero el presidente ha dado la impresión de recuperar brío. Ha terminado la semana con una entrevista con Pere Aragonès en un lento proceso de deshielo en Cataluña, con la vista puesta en la reunión de la mesa de diálogo de finales de este mes. Lo que ayer parecía roto ahora vuelve a reconstruirse, aunque siga siendo muy frágil.
Y Sánchez ha logrado amortiguar también las tensiones internas en el Gobierno de coalición. Las desavanencias en el Ejecutivo duran lo que duran y las polémicas, por elevadas que resulten –como las del escándalo por Pegasus– son ciertamente efímeras. El vidrioso asunto del espionaje apenas planeó sobre el debate, por ejemplo. El ruido entre el PSOE y Unidas Podemos empezaba a ser un problema serio de comunicación. ¿Son las medidas anunciadas –nuevos impuestos a la banca y a las eléctricas– la señal de un giro a la izquierda o una simple demostración de las políticas socialdemócratas para hacer frente al riesgo de una recesión en Europa? Muy pronto saldremos de dudas.
En todo caso, el pretendido rearme ideológico le ha servido a Sánchez para reconstruir sus puentes con sus socios de investidura y afrontar la recta final de su mandato con la expectativa de intentar al menos una negociación presupuestaria que va a ser un complejísimo encaje de bolillos. En este cuadro de situación, la posición del PNV rompe el balance positivo que hace el Gobierno de coalición. Los peneuvistas han lanzado un aviso a navegantes a Sánchez al volver a criticar la falta de voluntad negociadora del presidente a la hora de proponer las cuestiones, sin debate, más sensibles y al denunciar que la llamada cogobernanza se ha convertido en una estrategia de recentralización autonómica.
El reproche tiene calado y advierte al jefe del Gobierno de que se mueve por un territorio vulnerable en sus relaciones con el PNV, que observa desconcertado hasta qué punto EH Bildu ha entrado en la sala de máquinas de la gobernabilidad. A los jeltzales les gustaría tejer complicidades con Feijóo. Solo la mera posibilidad de una alianza alternativa –por ejemplo entre el PP, el PNV y los canarios– podría servirles para reforzar su estrategia negociadora en Madrid con el actual Ejecutivo de centroizquierda.
Pero Ortuzar encuentra dos serios escollos en esa estrategia. Uno es el factor Vox. Si Feijóo mete en la ecuación al partido de Santiago Abascal, la solución es imposible con el PNV. Además de ser una cuestión de principios, en absoluto menor, su electorado no se lo permitiría. El segundo gran obstáculo tiene que ver con la política de alianzas en Euskadi. Un acercamiento entre los jeltzales y el PP en Madrid podría poner en serio peligro el entendimiento entre el PNV y el PSE al frente de las instituciones vascas. Y la quiebra de esta entente, que tanta estabilidad ha proporcionado, son palabras mayores. Sobre todo después de las próximas elecciones municipales y forales. Una eventual aproximación entre el PNV y el PP sería un enorme regalo estratégico a la izquierda abertzale en una coyuntura en la que esta compite a la hora de presentarse como una alternativa solvente.
Las expectativas de los últimos días pueden verse literalmenbte arrumbadas por las cifras de la inflación, que pulverizan cualquier pronóstico. Si la guerra continúa y si el coste de la energía sigue disparado, la opinión pública europea puede empezar a soliviantarse. Y en esa situación, España no resulta una excepción. El desgaste que se ha llevado por delante a Johnson y Draghi resulta premonitorio. Esa es la baza real que espera Feijóo, que la impaciencia y el malestar ciudadano le lleven en volandas a La Moncloa.
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