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La puesta en escena comenzaba con un tuit de Donald Trump en el cual, en ausencia de texto, hablaban las barras y estrellas de la bandera estadounidense. Misterio. Horas después llegaba otro en el que reconocía haber ordenado la muerte de Qasem Soleimani, general ... y comandante en jefe de Al-Quds, máxima autoridad militar de Irán y segundo hombre fuerte del país por detrás del ayatolá Alí Jamenei.
Si Twitter permitiera sacar el miembro y orinar, Trump lo habría hecho con gusto.
Desde la Casa Blanca lo tildaban de ataque preventivo y selectivo ante posibles acciones previstas por Soleimani contra intereses norteamericanos en Oriente Medio. Sin embargo, hasta la fecha no han aportado ninguna prueba de su implicación y tampoco podría decirse que la acción fuera muy selectiva dado que, junto al general, se volatilizaron los otros diez hombres que aterrizaron con él en el Aeropuerto Internacional de Bagdad. A Soleimani pudieron reconocerlo gracias a un anillo ya que su cuerpo quedó totalmente desmembrado tras el impacto de los misiles lanzados desde unos drones que violaron el espacio aéreo iraquí.
No resulta complicado imaginarse la reacción de Donald Trump cuando escuchó eso de: «objetivo abatido, señor presidente», con el puño cerrado, los dientes apretados y con mucha menos holgura de lo habitual dentro de sus calzoncillos. Aunque el hecho en sí mismo no va a desencadenar un conflicto bélico a escala mundial, es para echarse a temblar, porque, como cantaba Calle 13 en 'Los idiotas': «No hay nada más preocupante que un idiota peligroso. Su arma más peligrosa es desinformar a la gente. Son idiotas peligrosos con cara de presidentes».
La figura de Qasem Soleimani nos la han vendido como un terrorista con las manos manchadas de sangre estadounidense, pero los que saben del paño lo consideraban un hombre que había demostrado su valía en materia de inteligencia militar liderando los servicios secretos iraníes. Es, sin duda, uno de los artífices de que los chiíes todavía no hayan sido eliminados del mapa musulmán por los suníes, aliados estos de Washington. Con ello no quiero decir que Soleimani haya jugado siempre limpio, ni mucho menos, pero resulta que en este tablero nadie lo hace. Sobre todo la CIA.
En este punto conviene recordar que fue la administración Eisenhower quien orquestó y financió el Golpe de Estado de 1953 mediante el cual lograron derrocar a Mohammad Mossadeq, el primer mandatario elegido democráticamente en Irán, a quién la inteligencia norteamericana no veía con buenos ojos por las buenas relaciones que mantenía con la Unión Soviética. Y es que cuando el petróleo desequilibra la balanza no hay democracia emergente que la nivele. Se restauró por tanto la dictadura monárquica del sha Mohammad Reza Pahleví hasta que Jomeini impuso la Revolución Islámica en 1979, e Irán volvió a convertirse en archienemigo de los Estados Unidos. Mal negocio.
No hace falta ser un experto en geopolítica para saber que la escalada de la violencia en Oriente Próximo de las últimas semanas está directamente relacionada con el proceso de 'impeachment' contra Trump, y que todo lo que sea llenar titulares con otra información les conviene y mucho a los republicanos. Si pretendían debilitar al régimen iraní han conseguido justo el efecto contrario porque pocas cosas cohesionan más un pueblo que tener un enemigo común al que odiar. Habrá consecuencias, por supuesto, pero la factura de las decisiones de un idiota con poder no la van a pagar sus compatriotas, no; la van a tener que asumir los desgraciados que vivan por esos desérticos lares, muy lejos de la Quinta Avenida de Nueva York donde se levanta, vigorosa e enhiesta, la Torre Trump.
Así de alegórica es la idiotez. Acostúmbrense.
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