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En la esquina norte de la céntrica plaza de San Marcelo, en León capital, y al lado del viejo consistorio municipal, hay un León saliendo desde una alcantarilla. No es broma. Tiene tamaño real, la melena al viento, la boca entreabierta y los colmillos afilados, ... muy afilados.

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El león sobresale medio cuerpo del inframundo que se esconde bajo la superficie y su presencia, casi desafiante, se ha convertido en los últimos días en el principal atractivo de la ciudad.

La imagen, icónica, busca reflejar el empeño de León, la provincia, por salir de la mierda que circula por las alcantarillas de la ciudad. Salir y revivir, salir y denunciar, salir y demostrar que hay León (león) para rato.

En realidad, y a estas alturas ya se habrá deducido, se trata de una escultura que sobresale más de un metro por encima de la tapa de una alcantarilla. Es de cobre, pesa más trescientos kilos y ha sido elaborada por los artistas José Antonio Cuenca y Alejandro Sáenz de Miera.

No es casual lo que ofrece la imagen, y tampoco lo es el momento en el que se sitúa en la ciudad. Es cierto que su valor artístico supera la mejor de las intenciones iniciales y que, con seguridad, se convertirá en un reclamo turístico -uno más- para quienes visiten la capital si algún día lo permite esta maldita pandemia.

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El valor estético de este león cautivo, se supone, y liberado con fiereza, es la alegoría que deja ver de una población que se reivindica ante todo y ante todos.

Bien saben los leoneses lo que se sufre en el inframundo, lo mal que se vive cuando la luz del sol es un bien escaso y lo comprometido que resulta ganarse el futuro si el entorno no acompaña.

Claro que, como en el caso de esta figura artística, nunca es tarde para reivindicar, exigir todo lo que parece justo y evidenciar algo que jamás se debe olvidar: los leoneses nunca se rinden, ni se apagan, nunca se doblegan y siempre luchan contra la desigualdad (y los desequilibrios). No es poca tarea.

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El león de la Plaza de San Marcelo, ese símbolo de toda una sociedad, se presta a un buen número de lecturas. Las apuntadas son las más evidentes porque sobra con mirar a sus ojos para entender el mensaje que quiere transmitir a quien se acerca a las proximidades de sus áreas. Pero hay más.

Inevitablemente ya ha aparecido quien cree que la leonina figura no evidencia lo que sus autores quisieron representar sino todo lo contrario: el león no sale de la alcantarilla, más bien se está colando dentro de ella, su gesto no es fiero sino la imagen de un dolor interno que no puede reprimir y los colmillos no están tan afilados como parece. No reivindica, solo se hunde.

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Es el destino de esta tierra, en la que jamás se ha conseguido caminar de la mano y gritar al mismo tiempo. Puede, quizá, que ese y no otro sea el motivo que ha consentido tantos y tan perniciosos desmanes políticos y económicos.

Si hay que elegir yo me quedo con la versión de los padres de la criatura. José Antonio y Alejandro lanzaron a la calle a un animal formidable, robusto, reivindicativo, fiero, desafiante y luchador.

Son tiempos para el cambio, para crear, para no caer en la agonía y el pesimismo. Es el momento de reivindicar y dar un paso al frente. Si un león salido de una alcantarilla ha conseguido en una semana revolucionar a una ciudad, brindar una pizca de ilusión y ser el foco de miles de imágenes puede que a León (a los leoneses) aún les palpite el corazón.Cada uno, en todo caso, puede aportar su propia reflexión. La invitación para una cita con el león (y con León) está cursada. Merecerá la pena.

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