El curso ha comenzado con muy alto voltaje, con todo el espectro de centroderecha metiendo presión. Objetivo, una derrota al Gobierno por semana, minar su moral y quebrar la resistencia numantina del inquilino de la Moncloa. El acuerdo del Congreso para reconocer a Edmundo González ... Urrutia como presidente legítimo de Venezuela ha sido un importante éxito del PP. Y las consecuencias son elocuentes. Venezuela está a punto de romper relaciones con España.
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Pero haría mal el PP si minusvalorase la capacidad de reacción del Ejecutivo en coyunturas extremas. En la sociedad española, que sigue mayoritariamente situada en una órbita de centroizquierda, presentar al presidente Sánchez como un autócrata sin escrúpulos obsesionado por el poder responde a repetir la estrategia de la hipérbole, que tiene sus límites y da lo que da. Y también sufre fatiga de materiales. Feijóo se presenta como un líder hiperventilado, que compara al presidente con el dictador Franco, y que habla de un Gobierno que persigue a la prensa con un notable desparpajo. Se podrá estar más o menos de acuerdo con el plan de regeneración de Sánchez, sobre todo por la inconcreción de gran parte de sus propuestas. Pero de ese escepticismo al ataque en tromba media un abismo. Da la impresión de que el líder de la oposición también se está poniendo nervioso, que el factor tiempo también puede jugar en su contra. La apuesta de Sánchez por prolongar la legislatura, aun sin mayoría presupuestaria clara, también descoloca al PP en su empeño en pensar que el Gobierno caerá al final fruto de su propio desgaste y de sus contradicciones.
Pues puede que el PP no acierte a la hora de interpretar cómo van a responder los socialistas. De entrada, el Congreso federal del PSOE adelantado a final de noviembre va a reforzar, más si cabe todavía, el poder que tiene Sánchez sobre el socialismo español. Que sea uno de los pocos líderes socialdemócratas en el mundo con muy buena imagen en el plano internacional blinda sus expectativas y plantea en su partido un cambio muy profundo al situarlo más cerca de las plataformas de frentes amplios progresistas que como un partido clásico de mayorías.
En este contexto se enmarca la pretensión del PSOE de que la legislatura no se vaya por el sumidero e intentar mover a Junts de su actitud actual de recelo y resentimiento tras el pacto entre el PSC y Esquerra. La labor de Santos Cerdán al frente del equipo de negociadores en Suiza no es nada fácil. Junts va a poner un precio alto a las contrapartidas que está dispuesta a negociar. Tanto el traspaso de la transferencia integral de Inmigración como determinadas decisiones judiciales en relación con la Ley de Amnistía constituyen materias bien delicadas que van a figurar sin duda en la carpeta de las conversaciones.
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Atención hoy a las palabras de Pedro Sánchez en la fiesta del PSC, en Gavá. Tendrá un mensaje para Carles Puigdemont, al que Gabriel Rufián ya ve como aliado con Vox y el PP de un futuro bloque de derechas. A pesar de los escarceos en el territorio natural de la derecha, Junts no tiene la madurez política para pegar semejante volantazo a su política de pactos. Entre otras razones porque no tiene incentivos políticos para dejar caer a Sánchez y perder la actual llave de las mayorías. Ser uno más sería aceptar el café para todos. Y en ese caso muy descafeinado.
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