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Alarmismo climático
Fuera de campo ·
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Fuera de campo ·
Los manifestantes de estos días reclamaban un cambio drástico del modelo productivo, como quien pide una reforma de la cocinaEl debate sobre el cambio climático se ha entregado ya, tan de lleno, a la demagogia del activismo, y al emotivismo alarmista, que podemos estar casi seguros de que, por este camino, no vamos a darle una buena solución. En contra de la opinión más ... extendida, las multitudinarias protestas de estos días no ayudan a afrontar correctamente un problema que requiere más sangre fría que mentes calientes agitadas por el temor al apocalipsis.
Se invoca a la ciencia para justificar un estado de emergencia discutible. Sin embargo, el responsable de Modelización del Clima de la Agencia Estatal de Meteorología, Ernesto Rodríguez, explicaba muy bien ayer, en este mismo diario, los tres únicos puntos en los que hay consenso científico: hay cambio climático, hay una influencia humana clara en él y combatirlo exige reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Lo demás –las interminables previsiones de las catástrofes que se nos anuncian a diario– son, en el mejor de los casos, advertencias por aproximación, y con alto margen de error. No por frivolidad, sino porque el clima es una realidad muy compleja y ningún modelo matemático, ni aún el más sofisticado, puede controlar todos los factores en juego. De hecho, algunas de esas previsiones, como las referidas a la fecha de agotamiento del petróleo, ya se han visto desmentidas. Lo que no implica caer en el error opuesto de pensar que las reservas sean eternas.
La ciencia también nos dice, por ejemplo, que la Tierra solo se está calentando si tomamos como referencia los últimos cien años: si ampliamos el arco temporal, se está enfriando, por sorprendente que resulte tal afirmación. De hecho, en la época de expansión del Imperio romano, y en ese largo periodo que es la Edad Media, la temperatura era bastante más alta que ahora. Y tampoco la alteración actual es la mayor, ni la más rápida. Hace 10.000 años la temperatura subió 7 grados en medio siglo (hoy nos alarman aumentos de 3 en un periodo mucho mayor). Es verdad que estos cambios bruscos tienen efectos y, de hecho, aquel coincidió con la desaparición de los grandes mamíferos. Pero no fue el fin del mundo. La vida continuó adelante.
Obviamente, hay que actuar. Pero no de cualquier manera. Los manifestantes de estos días reclamaban un cambio drástico del modelo productivo, como quien pide una reforma de la cocina. Pero la realidad no funciona así. Algo tan complejo como la economía no se transforma a golpe de voluntad política, salvo que los cambios se impongan por las bravas, con los resultados que ya nos ha desvelado la Historia.
Es más, tales pretensiones suenan especialmente ligeras en una provincia como Valladolid, que tiene al automóvil como uno de sus principales motores económicos. Y es que no está nada claro que el coche eléctrico, si logra imponerse en el futuro, genere una mano de obra equivalente a la actual, ya muy mermada. Me parece que el viejo refrán que reza «Vísteme despacio que tengo prisa» es perfectamente aplicable a este caso. Frente a los excesos dramáticos, necesitamos mesura, realismo y rigor.
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