Peridistas apostados en el Colegio Mayor Santa Mónica. Jesús Hellín / Europa Press

«Ahuja!»

Rincón por rincón ·

«El investigador, se deduce, siempre debería revisar los hechos de manera directa pero la realidad mayoritariamente se presenta de forma indirecta»

J. Calvo

León

Lunes, 10 de octubre 2022, 00:11

Vamos, Ahuja!» gritaban los alumnos de este colegio mayor. «Putas, salid de vuestras madrigueras como conejas, sois unas putas ninfómanas, os prometo que vais a follar todas en la capea», escupieron.

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Engorilamiento puro, desde luego, y cerebro poco, también. Hay lindezas que no se pueden ... exhibir de ningún modo, y mucho menos cuando está en riesgo la integridad personal y moral de otra persona.

La mayoritaria coincidencia a la hora de valorar lo ocurrido la pasada semana entre dos grupos de adolescentes exhibe, y no es poco, una unidad sin fisuras a la hora de proteger los géneros y evitar que cualquier atisbo de discriminación se cuele entre las risas.

Pero, siendo improcedente, ¿Alguien ha visto el vídeo completo? El completo, sí. No el vídeo exclusivo que abre con razón una condena unánime. También aquel que deja ver la gorilada en estado sumo y la respuesta de quienes eran objeto de un exceso verbal absolutamente condenable.

Un sociólogo de reconocido prestigio me invitaba a reflexionar en las últimas horas sobre esta cuestión. Sí, son las cosas de la sociología, esa ciencia tan escondida, que radiografía la sociedad y que remueve las conciencias por su incomodidad.

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En su reflexión acudía a algo común en la ciencia como la ingenuidad positivista. El investigador, se deduce, siempre debería revisar los hechos de manera directa pero la realidad mayoritariamente se presenta de forma indirecta.

Su reflexión iba un poco más allá, advirtiendo en todo caso de que al menos en su caso sí había tenido la oportunidad de ver 'los vídeos', los dos: el de los gorilas y el grabado por sus compañeras de estudios.

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Simplificando la acción, en ambos casos se actuó conforme a lo que en la propia sociología se ha dado en llamar el comportamiento de grupo, una unidad uniforme y monocorde que en este caso cumple un objetivo «acordado y tribal».

Y en ese escenario, su pregunta.

–Si en ese comportamiento monocorde hubo tradición recurrente y acuerdo entre las partes... ¿Fue tan disparatado lo ocurrido? ¿Quién no ha realizado propuestas obscenas en su intimidad? ¿Y si para ambos grupos esa era su intimidad?

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Los sociologos, ya se sabe, son esos tipos raros que se meten en un cuarto oscuro, con los ojos vendados por un trapo igualmente oscuro, para dar caza a un gato negro que ni siquiera saben si está dentro de la habitación.

Así son, y así les va, ciertamente.

Su reflexión, cuestionable como todo lo que se hace desde esta ciencia, deja al menos sobre la mesa la necesidad de ir más allá de los propios gorilas y sus rebuznos.

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En León había un colegio mayor en el que los novatos tenían que pasar una noche al servicio de sus 'amas'. Era un colegio mayor mixto, y lo sigue siendo. En esa noche ellas les hacían dormir en el cuarto de baño, fregar la ropa que se les pusiera en el saco, planchar o limpiar el cuarto de arriba abajo. Había algunos que incluso sobrepasaban esos cometidos, pero eso les pertenece a su intimidad.

No existen vídeos de aquellos comportamientos, ni denuncias, tampoco traumas psicológicos y sí un buen número de anécdotas que reviven de tarde en tarde lo sucedido.

No hay pruebas, por lo tanto, y si las hubiera mi amigo el sociólogo las cuestionaría abiertamente: estarían contaminadas.

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Tras la consulta previa he vuelto a ver el vídeo y lo he suplementado con la respuesta de las estudiantes a las que los gorilas jaleaban.

Sigo pensando lo mismo, pero la sociología está a punto de meterme en un cuarto oscuro, con los ojos vendados, para buscar un gato negro que ni siquiera sé si está en el interior.

«Ahuja!».

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