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Como si las tropas de los ejércitos beligerantes en Líbano y Ucrania estuvieran esperando con suspicacia y sutileza la utilidad de firmar una tregua, cada uno de los contendientes se ha marcado una nueva táctica para saldar las estrategias posibles entre los bandos en guerra ... y recoger los beneficios logrados en el campo de batalla. En Ucrania, Vladimir Putin amenaza con atacar a la capital Kiev con un potente misil experimental, marca 'Orechnik', que tendría como objetivos a los centros oficiales del mando en Kiev, en respuesta a los ataques ucranianos de largo alcance lanzados sobre territorio ruso con misiles ATACMS de Estados Unidos. El misil hipersónico ruso, que fue lanzado por primera vez contra una ciudad ucraniana la semana pasada, tiene seguro de no ser interceptado. Según los estrategas de Moscú, esa superioridad bélica permitiría detener la guerra, doblegar la estrategia de Ucrania, debilitar su excelente arsenal servido por Estados Unidos y anexionar todos los territorios ucranios ocupados por el ejército ruso.
En Líbano, el alto el fuego en la guerra entre Israel y Hezbolá, que entró en vigor el pasado 27 de noviembre a media noche, anuncia un respiro para los millones de libaneses e israelíes que habían abandonado sus pueblos y ciudades hace dos meses. Por fin, un rayo de esperanza que pone fin transitorio y frágil a una guerra de casi catorce meses es la sexta contienda sangrienta en medio siglo librada entre las milicias chiíes de Hezbolá y el poderoso ejército israelí. Pese a su enorme potencia militar y su aplastante supremacía aérea, Israel ha sufrido en su operación terrestre en Líbano. Tras dos meses, el ejército israelí no logró controlar las ciudades del norte del país, donde los comandos de Hezbolá mantienen su fuerza, ni neutralizar la capacidad de lanzamiento de los cohetes servidos por Irán y lanzados desde el norte. En ese escenario de victoria ambigua, Israel ha logrado gran parte de lo que buscaba: aniquilar a los mandos superiores de Hezbolá y mantener el derecho y la intervención fulminante para atacar al ejército chií si logra rearmarse.
He aquí las cuentas y el arsenal que han de desembolsar los países combatientes al este: Ucrania, que tiene menos armas, menos soldados en el frente y menos dinero que Rusia, se ha visto obligada a aumentar su gasto en defensa para apoyar el esfuerzo bélico a medida que el conflicto se acerca ya a su larga duración de tres años. Según el Ministerio de Finanzas ucranio, se han de gastar más de 50 mil millones de euros en defensa y seguridad nacional, en producción de armas y en los salarios de los soldados. Durante los próximos sesenta días, Israel retirará gradualmente del Líbano sus fuerzas restantes. Desde el 7 de octubre del año pasado, Israel libra una guerra cara en dos frentes: contra Hezbolá en Líbano y contra Hamás en Gaza, hostilidades financiadas en gran parte por Estados Unidos que siguen su curso sin ningún armisticio a la vista.
Ante la celeridad de los hechos en Oriente Medio y su escenario bélico versátil, resulta que es tan verosímil hacer allí la paz como la guerra. El presidente Biden ha conseguido en sus últimas semanas de mando que el alto el fuego acordado por Israel y el Líbano anuncia la tregua más tentadora, el preludio del fin de la guerra en Gaza. Ese paso hacia la paz es el triunfo final de Biden. Esa será la prueba crucial en los últimos días de su presidencia: ¿puede el alto el fuego en Líbano cambiar el panorama político y de seguridad en el aquella zona agitada de Oriente Medio, de modo que la paz sea duradera y pueda, a su vez, conducir al fin de la horrible guerra y la hambruna en Gaza? La realidad de ese pacifismo es escéptico en ambos frentes.
La paz rubricada en el Líbano, con nocturnidad y escasa aplicación, es sólo una buena voluntad y el remoto comienzo de una paz con nuevos protagonistas. Donald Trump es el raro presidente estadounidense que presentó un plan excepcionalmente detallado para la coexistencia entre israelíes y palestinos. Con esa iniciativa podría ser recordado como el presidente que preservó a Israel como una democracia judía y ayudó a crear un viable estado musulmán palestino. Digan lo que quieran del presidente absolutista y excéntrico, a Trump le atraen por audaces los acuerdos grandiosos que puedan tener consecuencias profundas e incluso históricas.
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