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La crónica fatídica que se escribe a cañonazos día tras día en la Franja de Gaza, esa masacre que derrama la misma muerte en idéntico ... delirio entre palestinos y judíos, contiene su programa cotidiano desde hace casi tres meses. Esa sangrienta guerra, librada sin piedad entre dos ejércitos con idéntico propósito y muy diversa envergadura, avanza en su trágico camino manteniendo la barbarie de una batalla feroz y un odio inagotable. El ejército de Israel sigue empujando a casi dos millones de palestinos hacia el sur de la Franja de Gaza, al tiempo que descubre la red de túneles donde los comandos de Hamás mantienen a sus milicias, un intrincado corredor subterráneo que asegura sus operaciones de retención y contraataque frente al poderoso ejército israelí.
A la espera de un nuevo alto el fuego que permita el suministro de medicinas y alimentos a la población hacinada en el sur de la franja, los palestinos soportan el exterminio de los constantes bombardeos del ejército israelí, empeñado en aniquilar a las milicias de Hamás ocultas en la extensa red de túneles que asegura sólida y larga resistencia. El pasado jueves los mandos del ejército israelí mostraron a la prensa por vez primera algunos de esos túneles, almacenes de material bélico y escondrijo de miles de milicianos, excavados desde hace una década con el objetivo de resistir largo tiempo la envestida israelí en esas galerías subterráneas.
Los frentes de combate bajo tierra en esta guerra de raro entendimiento son tan ocultos y volátiles, según los más expertos ingenieros israelíes, que su destrucción, anegándolos quizás con agua del mar, va a ser larga y costosa: su longitud, cientos de kilómetros, y la complejidad de su diseño exigen una operación bélica compleja de varios meses.
Tampoco logra la diplomacia establecer un nuevo y más largo armisticio que dé paso al suministro abundantes de mercancías tan reclamado por la población palestina, encerrada una vez más en su desgraciada cárcel sin techo. A pesar de los repetidos llamamientos internacionales a un alto el fuego duradero en la guerra entre Israel y Hamás, esta organización terrorista, que se negó a colaborar con la Autoridad Palestina instalada en Cisjordania hace quince años, pone ahora en peligro cualquier entendimiento de paz. Y así se libra ahora, desde hace casi cien días, otra batalla de esa guerra sangrante y permanente entre israelíes y palestinos desde hace un siglo.
Ocupar el suelo sagrado de esa tierra bíblica, mahometana y santa desde Galilea hasta el Negev por quienes reclaman sus derechos nunca resueltos, israelíes y palestinos, es hoy un engranaje de laberintos y una amenaza sangrienta que no cesa. He aquí la crónica reflejada en una escena inolvidable de la película 'Munich', dirigida por Steven Spielberg: la historia transcurre en los meses posteriores a la masacre en los Juegos Olímpicos de Múnich-1972, cuando a un comando del Mossad dirigido por el agente secreto israelí, Avner Kaufman, le ordenan encontrar y asesinar a once palestinos. En la escena más emocionante de la película, Kaufman se encuentra con un palestino llamado Alí, líder de un escuadrón de la OLP, con el que mantiene este diálogo: «Avner: Los palestinos no tenéis nada con qué negociar. Moriréis viejos en campos de refugiados, esperando a vuestra Palestina. Alí: Tenemos muchos hijos y ellos tendrán más. Esperaremos eternamente. Todo el planeta será lugar inseguro para los judíos».
Con esa ambigüedad moral sacada del Corán y exhibida también en la película de Spielberg, respondió a mi pregunta el rabino Lubits en su kibutz de Shirat Hayan en agosto del año 2005: quién defiende a los colonos judíos expulsados de Gaza, Yahvé o el ejército israelí. «Estos soldados que nos traen la orden de desalojo son criminales de guerra. Yahvé los tendrá en su memoria y los castigará antes de que vivan ciento veinte años». Dice la Torah que un judío jamás puede entregar tierra de Israel a un pueblo extranjero.
La destrucción de Hamás, la liberación de los rehenes israelíes y la erradicación para siempre de la tentación terrorista en Gaza son objetivos todavía lejanos y en parte inalcanzables. A pesar de las negociaciones en curso para una nueva tregua, Benjamín Netanyahu busca prolongar la guerra tanto como sea posible y seguir jugando por su supervivencia política. Nada queda de valor en Gaza ni en estado de uso, como no sea el rastro humano del dolor y la muerte.
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