Xi Jinping, un pacificador enigmático
El presidente Xi Jinping ha dejado en el Kremlin un acuerdo para la construcción de un gigantesco gasoducto transiberiano y una profunda inquietud, compartida con Rusia: la expansión de la OTAN
Mientras la guerra en Ucrania alcanza cada día nuevas cotas de muerte y destrucción en los campos de batalla, se alumbra un entendimiento aún lejano ... entre los adversarios desiguales alimentado por la esperanza de una posible mediación entre enemigos hoy irreconciliables. La visita de Xi Jinping a su 'querido amigo' Vladimir Putin del 20 al 22 de marzo en Moscú, fue seguida con mucha atención por los países occidentales que están suministrando armas a Ucrania, con la esperanza de encontrar quizás algún camino de negociación o propuesta que detuviera esa guerra. El conflicto bélico está allí empantanado, mientras los dos adversarios esperan la hora de vaciar sus arsenales con la llegada de la primavera.
La puesta en escena de la amistad chino-rusa en el Kremlin fue brillante. Como si el sagaz Xi Jinping hubiera tomado nota del libro 'El arte de la guerra', que el filósofo y general Sun Tzu diera a la luz hace veinticinco siglos, el presidente chino aplicó esta sabiduría milenaria del buen estratega: «El dirigente iluminado hace sus planes pensando en el futuro; el buen general cultiva sus recursos. No te muevas a no ser que veas una ventaja; no uses tus tropas a no ser que haya algo que ganar». Con la sutileza del jefe acostumbrado a esconder su estrategia en el misterio de su palacio, el presidente Xi se dispone a liderar una mediación para detener la guerra en Ucrania. Desde los antiguos emperadores hasta nuestros días, los dirigentes chinos son los reyes de la ambigüedad, también los maestros del secretismo.
Hubo un tiempo en que todos los caminos hacia la paz pasaban por Washington. Desde los Acuerdos de Camp David en 1978 entre Israel y Egipto, negociados por el presidente Carter, hasta los Acuerdos de Oslo de 1993 firmados en la Casa Blanca y el Acuerdo de Viernes Santo que puso fin a la violencia en Irlanda del Norte en 1998, Estados Unidos fue la nación indispensable para el establecimiento de la paz en cualquier lugar del planeta. Desde el final de la Guerra Fría, los presidentes norteamericanos mantuvieron con mucho interés esa calificación de intermediarios honestos, pero a lo largo de los años, a medida que la política exterior de Estados Unidos aplicó a sus intereses esa diplomacia, cada vez más militarizada, se desvaneció . Tras la caída del muro de Berlín y el derribo de la Unión Soviética, quebró ese orden universal basado en las reglas del derecho y la convivencia entre naciones. Estados Unidos se fue colocando por encima de todas las reglas y desembocó en injerencias tan injustas, ilícitas y falsarias como la invasión de Irak, que dislocó la frágil estabilidad en Oriente Medio. Estados Unidos ha perdido su capacidad de mediador imparcial.
Durante su encuentro de 'amistad sin límites', pompas ceremoniales y agasajos que podrían remover la guerra en Ucrania, el presidente Xi Jinping ha dejado en el Kremlin un acuerdo para la construcción de un gigantesco gasoducto transiberiano y una profunda inquietud, compartida con Rusia: la expansión de la OTAN. El argumento de la Alianza Atlántica para condenar el ataque brutal de Rusia contra la soberanía de Ucrania no parece haber prendido en el presidente Xi, tesis medular que impondría a Rusia la retirada de sus tropas invasoras. Tampoco cuadra con las ambiciones de China y sus planes nada secretos de invadir la isla de Taiwan. El silencio frío de China en esas cuestiones supera el bochorno ante su impostura de escasa enmienda.
La guerra en Ucrania ha transformado a Europa más profundamente que cualquier otro evento desde el final de la Guerra Fría en 1989. La razón de la paz ha cedido el paso al poder militar, necesario para alcanzar los objetivos de la estrategia bélica, y la Unión Europea ha proporcionado a Ucrania unos 3.800 millones de euros en asistencia armamentista. Europa debe dejar su huella en este asunto y ha demostrado a los países escépticos o no alineados haber considerado todas las posibilidades de paz antes de respaldar ese ataque armado. Xi Jinping y Vladimir Poutine reafirman su alianza frente a Occidente. Es obvio que China apoya a Rusia y comparte las tesis rusas sobre el origen del conflicto. No se trata de un acuerdo de circunstancias, sino de un común frente diplomático. China es ahora el padrino de Rusia. He aquí el complejo escenario que encontrará el presidente Pedro Sánchez la próxima semana en Pekín.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.