

Secciones
Servicios
Destacamos
El paisaje de las llanuras israelíes de Metula, fértiles tierras agrícolas de arboledas, viveros y cereales, ofrece otra vez el blanco apetecido a los misiles ... de Hezbolá ocultos tras las colinas libanesas de Kfarkela. Allí se libró en el verano del año 2006 una de las batallas más sangrientas de la última guerra entre el ejército israelí y las milicias musulmanas chiitas, apadrinadas por el gobierno de Irán. Dos meses de beligerancia, la muerte de unos dos mil militantes de Hezbolá y un intercambio de prisioneros dieron por finalizada aquella batalla, cuyo fanatismo estos días está a punto de resurgir. Los periodistas que asistimos al desenlace de aquella contienda tan corta e inútil en apariencia, en la que murieron ciento veinte soldados israelíes, echamos cuentas para poner fecha a la próxima contienda entre esos vecinos que pelean allí sin tino desde hace casi un siglo.
Una estrategia de urgencia, quizás debida a la masacre provocada por los dispositivos electrónicos con trampas explosivas que mataron en Líbano a 37 personas y heridas a más de 4000, han obligado al ejército israelí a entrar en una nueva fase de la misma guerra. Por su parte, Hezbolá y sus 100.000 combatientes están atrapados hoy en la confusión de una moral quebrada, entre la humillación y el deseo de venganza. Su jefe Hasan Nasrallah sostiene, en horas bajas, que las explosiones de los dispositivos electrónicos atribuidas a Israel pueden considerarse una razón para la declaración de guerra y «una dura respuesta». Su padrino lejano, el presidente de Irán Mahmud Ahmadineyad, amenaza a Israel pero no promete un compromiso concreto.
Los milicianos del Partido de Dios libanés no podrán soportar sin esa ayuda iraní el conflicto bélico agotador que se propone Israel. Pero que el Partido de Dios esté de rodillas es una afirmación muy alejada de la verdad. Líbano es un país pequeño, mas a pesar de haber perdido a muchos de sus milicianos en la guerra del 2006, Hezbolá se ha fortalecido, y si Teherán alimenta su arsenal, dispondrá de 100.000 cohetes y misiles guiados con la precisión que puede doblegar a Israel.
A pesar de las evidencias que apuntan al Mosad (su agencia de inteligencia), Israel no ha reivindicado su responsabilidad en los audaces ataques contra miembros de Hezbolá, asesinando a decenas de ellos con material explosivo aplicado a dispositivos inalámbricos. El ministro israelí de Defensa Yoav Gallant anunció que el «centro de gravedad de la guerra se está desplazando hacia el norte», y tiene el mismo objetivo que la estrategia aplicada durante casi un año de guerra en Gaza contra Hamas: «aniquilar al movimiento islamista libanés Hezbolá». Esa nueva perspectiva bélica señala la búsqueda de nuevos reclutas: Israel está ofreciendo su asilo a inmigrantes africanos para operaciones de guerra en Gaza y el Líbano, y les promete un estatus legal permanente a cambio de poner en peligro sus vidas.
Desde las colinas de Metula, tierra sagrada de la antigua Galilea y epicentro bélico, se ven con claridad los kilómetros de alambradas que marcan la línea fronteriza entre Israel y el Líbano. Los vehículos militares del contingente español, que lidera allí a la Fuerza Provisional de la ONU en Líbano (UNIFIL), rastrean cada mañana a lo largo de esa valla endeble los movimientos de las tropas israelíes y chiitas. Hezbolá ha sido humillado y acorralado con ataques de explosivos camuflados en dispositivos inalámbricos, perpetrados los días 17 y 18 de septiembre. Israel no ha ofrecido la más mínima reivindicación, pero han comenzado ayer los copiosos bombardeos.
Una vez más, Israel reitera la cruel beligerancia de su Primer Ministro Benjamin Netanyahu y aparece en esa estrategia, condenada por muchos de sus ciudadanos, la visión apocalíptica del gobierno israelí hacia el siguiente paso: aniquilar a Hamas y Hezbolá y convertir a Gaza y Cisjordania en territorio controlado. Hay dos posibles explicaciones para entender los objetivos de Netanyahu: forzar una rendición del Líbano islamista o responder a Hezbolá lanzando allí una guerra total. Por su parte, Hezbolá se enfrenta otra vez a su obligada disyuntiva: dar marcha atrás para evitar el aniquilamiento con su derrota o declarar la guerra a Israel si encuentra el apoyo inequívoco y firme de Irán. Oriente Medio, un retazo del mundo más violento desde hace un siglo, no soporta más guerras.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Los libros vuelven a la Biblioteca Municipal de Santander
El Diario Montañés
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.