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La guerra de Israel contra Hamás en el estrecho territorio de Gaza, franja palestina frente al Mediterráneo oriental, se ha desbordado e internacionalizado. Desde ... el estrecho de Bab el-Mandeb en el Mar Rojo hasta la frontera entre Israel y el Líbano, también entre Siria e Irak, los misiles de la ira contra Israel vuelan sobre el territorio de un conflicto regional alimentado por los países musulmanes, dispuestos a reconquistar la tierra sagrada del islam que les fue robada, según sus líderes, hace medio siglo. Los iraníes han lanzado más de un centenar de ataques con cohetes y drones desde el inicio de la guerra de Gaza. La guerra está servida en esa región cargada de iras y venganzas desde hace más de un siglo.
El epicentro bélico que ha provocado esa extensa embestida de los países árabes contra Israel, bien calculada, apunta al territorio de una beligerancia sin cuartel, la exigua Franja de Gaza, donde han muerto más de 26.000 palestinos, la mayoría niños. Los generales del ejército israelí llaman ya al 2024 «el año de la guerra», una predicción pesimista y dramática nacida del derramamiento de sangre en el 2023. Los altos mandos del Tzáhal israelí advierten que se necesitarán muchos meses, quizás dos años, para desmantelar la potencia militar de Hamás. El objetivo bélico de los ataques de Israel está centrado en la aniquilación de Hamás y en la liberación de los 130 rehenes presos por las milicias palestinas. El impacto de esa guerra se sentirá durante varios años en la capacidad y la estrategia militar de Israel y repercutirá asimismo en su economía.
El gobierno israelí, autoritario y ultranacionalista, está sufriendo momentos bélicos cruciales, y su presidente Benjamin Netanyahu libra una batalla que podría desembocar en una condena por los tribunales que juzgan su nebulosa gestión política. Alargar su periodo presidencial y mantener su política de dominio y opresión frente a los palestinos son sus objetivos de gobernación más allá de la guerra. La negación al establecimiento de la Autoridad Nacional Palestina, con plenos poderes en los territorios de Cisjordania y Gaza, es la línea roja que está marcando su futuro ante quienes proponen liquidar, en cambio, las milicias terroristas de Hamas.
Desde los cuarteles de su ejército que lucha matando a los palestinos, en favor de una paradójica armonía con ellos, Netanyahu se enfrenta con desprecio a quienes proponen esa solución al conflicto de una Palestina capaz de sobrevivir en sus territorios marcados por los Acuerdos de Oslo hace treinta años, nunca cumplidos. Sólo es posible convertir una guerra cruenta en paz compartida proponiendo alternativas de justa convivencia entre los adversarios; pero el presidente israelí, con su abusivo plan de ocupar los territorios palestinos a favor de los colonos judíos de Cisjordania, desprecia a quienes proponen esa solución para sepultar un conflicto que dura más de medio siglo. Con la autoridad de la institución que representa y las «robustas garantías de seguridad» que propone en su Plan de Paz, el Alto Representante de la Unión Europea Josep Borrell propone al Gobierno de Israel la creación de «un futuro Estado Palestino independiente». La respuesta altanera de Netanyahu y su desprecio al proponente de la Unión Europea ha superado todos los grados exigidos por la diplomacia del más fuerte, pues su arrogante réplica parece destinada al exterminio de un pueblo antisemita y hostil.
Con su inteligencia de gestor internacional entre instituciones y países, Josep Borrel retiene en la memoria su admiración juvenil y el respeto que le llevó a trabajar un verano con 23 años en el kibbutz de Gal On: recuerdo su entusiasmo cuando una mañana primaveral, hace veinte años, le acompañé hasta aquella colina: sacó él sus sentimientos y admiración por el arrojo de aquellos israelíes que defendían sus casas cuando las sirenas avisaban a medianoche los ataques de las milicias palestinas. Borrell visitó Jerusalén años después como presidente del Parlamento Europeo, y felicitó al presidente Ariel Sharon por su valiente «Plan de desconexión de Gaza», el retorno a los palestinos de veintiuna colonias judías el año 2005.
Ésta de Gaza es la peor guerra de Israel en medio siglo, la más prolongada y con mayor número de víctimas. Estados Unidos ayuda ahora a Israel para evitar que ese conflicto se convierta en una guerra regional con Irán y sus aliados. Israel no ha liquidado a Hamás ni ha recuperado a sus rehenes, pero no muestra signos de estar dispuesto a detenerse.
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