La catástrofe del 7 de octubre del año 2023 y sus consecuencias bélicas de alto grado, un cruel drama humano sin límites y un traumatismo político incontrolable, no ha alcanzado aún el deseado nivel de un final verosímil y probable. Tras sus éxitos en apariencia ... ciertos, el ejército israelí se encuentra librando ahora en el campo de batalla una larga partida contra sus enemigos tradicionales, sin un resultado claro a pesar de su apariencia victoriosa.
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Un año después del inicio de la guerra más sangrienta y poliédrica de su historia, quizás la peor debacle militar y de inteligencia en la historia de Israel, sus fuerzas armadas han recuperado el ímpetu para doblar a sus enemigos tradicionales con la mayor saña y su arsenal más poderoso. Los partes de guerra cotidianos declaran cada día el descomunal número de víctimas que los bombardeos israelíes dejan muertos en los campos de batalla. En el periodo de su primer año sangriento, el ejército israelí ha sido capaz de librar tres guerras en tres campos de batalla (Gaza, Líbano e Irán) enfrentándose a tres de sus enemigos tradicionales: las milicias yihadistas paramilitares de Hamás en Gaza, el ejército musulmán chií de Hezbolá en el Líbano y la República islámica teocrática de Irán, que suministra desde hace tres décadas el armamento a los enemigos más tenaces de Israel.
Es difícil estimar hasta qué punto Hezbolá y su líder Hassan Nasrallah, asesinado en un ataque israelí la semana pasada, era odiado en el Líbano y en el mundo árabe y cristiano por la forma en la que él había secuestrado a ese país, el más rico de Oriente Medio y patria de una decena de religiones cristianas y musulmanas, para convertirlo en una base de islamismo y del imperialismo iraní. Nasrallah, líder del movimiento armado político-místico del chiísmo, era considerado uno de los hombres más ricos y poderosos de Medio Oriente. Con menos del 25 por ciento de los votos de sus correligionarios, había logrado controlar la política y el gobierno del Líbano valiéndose de la fragmentación del electorado y de sus siete religiones. La amplia mayoría de sus seguidores lo idolatraban, pero era odiado por una gran parte de los libaneses que lo acusaban de transformar el país en un satélite de Irán.
Es difícil determinar cuál será la conclusión de esta guerra de Oriente Medio del Ayatolá Jamenei, líder supremo de Irán desde 1989 y cabeza de la clase dirigente clerical. A pesar de sus objeciones religiosas a las armas nucleares, Irán sigue avanzando en su proyecto de tener bombas nucleares. Según los observadores norteamericanos, Irán dispondrá en una o dos semanas del uranio suficiente para una bomba atómica, pero necesitará varios meses para fabricar un arma nuclear.
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Hasan Nasrallah ceñía su frente con el turbante negro, signo de la prosapia del clérigo al linaje de Mahoma. A pesar de la autocracia impuesta por Hezbolá, la mayoría de los libaneses no aceptan que Beirut sea destruida como Gaza y temen que vuelva la guerra civil u otro duro enfrentamiento bélico con Israel, como hace dieciocho años, ordenado por Irán. Nasrallah había arrastrado ya a los libaneses a librar una guerra contra Israel que ellos nunca quisieron, pero Irán lo ordenó.
Los dirigentes de Teherán y Jerusalén están sumidos en una espiral de violencia, y si Israel mantiene la ilusión de que puede debilitar a Hezbolá con la misma eficacia con la que ha arrasado a Hamás en Gaza, se equivoca. Israel parece dispuesto a responder de una manera mucho más contundente contra Irán después de que Teherán lanzó su segundo ataque masivo con misiles contra Israel este año, sostienen los analistas.
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Es difícil determinar hasta qué punto Hezbolá y la imagen de su líder muerto Nasrallah, asesinado en un bombardeo israelí, son detestados en el Líbano y en otros países del mundo árabe, sunitas o cristianos, por la forma en que han tomado al Líbano como rehén para convertirlo en una base del imperialismo iraní. Nasrallah dejó anunciado en uno de sus discursos proféticos el final de sus guerras contra Israel: «Los judíos se reunieron, venidos desde todas las partes del mundo, en la Palestina ocupada. Alá, el Glorificado y el Altísimo, quiere salvarlos de tener que vivir en los confines del mundo, porque se han reunido ya en un lugar donde se librará la batalla final y decisiva».
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