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A La guerra de Gaza, reiniciada después de dos meses de tregua con más de setecientos muertos palestinos en un intenso ataque de dos días, ... ha entrado en la etapa de una matanza sin fin. Esa nueva embestida letal del ejército israelí con la justificación de aniquilar a la diezmada milicia de Hamas, después de quinientos días de bombardeos incesantes y seis semanas de tregua, tiene un objetivo más político que militar: el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu ha ordenado aumentar la presión bélica sobre Hamás hasta que la milicia islamista capitule y libere a las decenas de rehenes israelíes que aún siguen retenidos en Gaza. Ha ganado así una prórroga sin límites de tiempo que le permitirá ejercer allí sine die su mandato de gobierno. Netanyahu calcula que mientras continúe la guerra no se le abrirá un proceso de investigación sobre su responsabilidad en el ataque por sorpresa de Hamás que provocó la mayor masacre de judíos desde el Holocausto.
La guerra de quince meses librada en Gaza ha matado ya a más de 48.000 palestinos, incluidos miles de niños y asegura a Netanyahu su permanencia en el poder. En medio de esa estadística, Israel ha iniciado una nueva estrategia frente a Hamás: su aniquilación definitiva para hacer de la Franja un terreno habitable. El propósito absurdo de Donald Trump de convertir el territorio de Gaza en una nueva Riviera, propuesta visionaria una más inspitada de los negocios del presidente de Estados Unidos, fue contrarrestado por un plan presentado en El Cairo hace dos semanas por los veinte países de la Liga Árabe capitaneados por Arabia Saudita. Ese programa de reconstrucción de Gaza, una cárcel sin techo ahora arrasada por una guerra inacabable, evalua la disposición de un crédito del Banco Mundial de unos 51.600 millones de euros para lograr la futura independencia palestina de la Franja, avalada y administrada por un comité de tecnócratas. La primera fase de ese proyecto prevé un plazo de seis meses para la demolición de los escombros, (unos 165.000 edificios derruídos, el 60 por ciento del total de inmuebles en ese territorio arrasado), la urgente remoción de minas y la provisión de alojamientos temporales para un millón y medio de palestinos en siete suburbios provisionales. El Plan Árabe, que contraresta el deslumbrante proyecto de Donald Trump y su pertinaz ensueño del negocio perpetuo, estará concluido tras un periodo de transición de unos cinco años.
A pesar de los aparentes progresos hacia una paz escasamente atisbada en el Medio Oriente, el escenario bélico en esa región siempre trepidante se mantiene por las reglas de una guerra perpetua, alimentada ahora por las ambiciones crecientes de Israel. Al bombardear masivamente la Franja de Gaza desde hace cuatro días, rompiendo los acuerdos del alto el fuego, el gobierno israelí está demostrando su deseo de continuar las hostilidades con su máxima firmeza y confiando además en que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, apoye el empuje de su ejército para el aplastamiento definitivo de Hamás. El ministro de Defensa Israel Katz anunció ayer que «cuanto más se niegue Hamas a liberar a los rehenes israelíes, perderá más territorios de Gaza que serán anexados de inmediato por Israel». Las tierras de la Franja, dominio palestino desde hace un más de un siglo, serán objeto del trueque de rehenes y ocupadas por el ejército israelí, amenazó el ministro Katz: «Mientras Hamás persista en su negativa de entregar a nuestros rehenes, perderá más y más tierra que será anexada de inmediato por Israel». El ejército israelí se dispone a iniciar la lucha para esa conquista con ataques aéreos, marítimos y terrestres hasta la liberación de los rehenes israelíes utilizando todos los medios, incluyendo la evacuación de la población de Gaza al sur de la Franja, para la derrota definitiva de Hamas.
Durante más de un siglo, los palestinos han librado una decena de guerras contra el ejército de Israel, y los dos bandos han luchado y muerto con la misma ambición de esos territorios disputados. Ambos pueblos, atraídos por las tierras bendecidas por sus respectivas religiones, adolecen de la misma obsesión permanente de la batalla sagrada. Argumentando con su victimismo, Israel intenta borrar los enormes estragos de su ejército en Gaza, realidad histórica de una tragedia atroz. El pueblo judío ha perdido así una parte del monopolio sagrado de su Holocausto padecido en los campos de exterminio del nazismo.
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