Un fantasma de violencia, rencor del adversario y codicia del poder invade a Europa. Se incendian los odios y las ambiciones políticas, salen a la calle los pistoleros gemelos a los que asesinaron a Lincoln y a Kennedy; se recalienta la guerra en Ucrania, Vladimir ... Putin renueva su ansia de absorber a Georgia y a todas las tierras del imperio soviético y firma con el enigmático presidente chino Xi Jinping una firme alianza militar para controlar un mundo caótico. Hace tres décadas la Unión Soviética sufría la agonía de un Estado en disolución; hoy Rusia libra contra Ucrania una guerra para refundar su imperio fallido y alimenta los viejas amistades con los países del este europeo que obedecieron al Kremlin durante medio siglo. La avidez de esa herencia soviética y dictatorial nutre también a los nostálgicos ciudadanos de países de la Unión Europea, que sufrieron con sangre y lágrimas la prisión tras aquel telón de acero, obligados a lidiar la cruel dictadura.
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Los cinco disparos que Juraj Cintula, un viejo con pasado ultranacionalista y prorruso, descargó sobre el presidente de Eslovaquia Robert Fico, se escucharon el pasado miércoles en todas las capitales de la Unión Europea. El pistolero, policía jubilado, abogaba por crear milicias armadas frente a la llegada de cientos de miles de migrantes y despreciaba en sus escritos a la minoría gitana. Esa inquina trasnochada contra la emigración que envenena a los partidos xenófobos en todos los países de la Unión Europea muestra un odio semejante al que envenenaba a los asesinos que atentaron contra una decena de presidentes de Estados Unidos de América; si el fanatismo de esa anarquía hipernacionalista sigue intoxicando su política migratoria, los Estados Unidos de Europa serán envenenados con el mismo odio y violencia que desangró a la opinión en los Estados Unidos de América e inspiró una decena de atentados contra sus presidentes. Frente a ese reto, no se ha logrado poner límites aquí y allí a esa amenaza de violencia colectiva aplicada al humano fenómeno universal de la emigración, porque la peste del peor género en política es la ambigüedad de la ley.
He aquí otros campos de batalla rusos con armamento híbrido, activos entre la política y el misil, liderados desde Moscú. Con el uniforme de presidente consolidado hasta dentro de seis años, Vladimir Putin se entrega a otra guerra silenciosa de conquista suave, además de su proyecto acelerado de la invasión de Ucrania: Georgia, una de las quince repúblicas federales de la Unión Soviética que ha logrado ocupar la primera plaza de ingreso en la Unión Europea al obtener hace un año el estatuto de país candidato. Para controlar allí al partido del Gobierno, denominado 'Sueño Georgiano', el Kremlin ha emprendido una guerra de infiltración política, con la colaboración del ex primer ministro y oligarca Bidzina Ivanishvili que hizo su fortuna en Rusia. La larga mano de Putin en la sombra se extiende quizás también estos días en un estrambótico y lejano objetivo: la insurrección contra Francia de los canacos, nativos del territorio francés de Nueva Caledonia. En represalia de la ayuda francesa a los armenios, Azerbaiyan, antigua república soviética junto al mar Caspio aliada de Rusia, ha suministrado armamento a los canacos que libran estos días una guerrilla urbana con las tropas francesas para exigir un referéndum de autodeterminación con el voto exclusivo de los nativos.
Desde Ucrania hasta Georgia y Eslovaquia, a medida que la guerra continúa y alimenta nuevas tensiones, se crea un ambiente belicoso de oscuras maniobras. Putin llegó a Beijing esta semana, 43º encuentro con Xi Yinping, mientras su guerra hace estragos en Ucrania. Rusia se ha convertido en el socio más sólido en la ofensiva de China contra el poder estadounidense. China fue el primer viaje de Putin al extranjero tras las falsas elecciones que le dieron un quinto mandato de zar. Se restaura el imperio y la gloria. Recuerdo la reflexión nostálgica del intérprete polaco que nos asistía a los periodistas durante un viaje a Polonia del papa Wojtyła: «Fue un error enorme y una desgracia para Europa la desmembración del imperio austrohúngaro». Aquella noche helada en la plaza Stanislas de Cracovia, nadie presentía en la nostalgia histórica del traductor papal el derrumbe de la Unión Soviética, ni el milagro económico de la República Popular de China. Dentro de tres semanas los ciudadanos de la Unión Europea irán a las urnas. Que vayan agonizándose los sueños.
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