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Los rostros de los rehenes secuestrados en Israel el 7 de octubre, algunos presos aún por Hamás en la Franja de Gaza, se proyectan día ... y noche sobre la muralla de la Ciudad Vieja de Jerusalén. Esas víctimas primeras de una guerra cuyo final se aplaza día tras día, muestran la mejor propaganda del ataque salvaje lanzado contra el enemigo judío por Hamás hace cien días. Siguen sin tregua los bombardeos cotidianos de ambas partes, mientras la infantería israelí avanza con sigilo su objetivo primordial: localizar los túneles donde las milicias de Hamás esconden, bajo el suelo arenoso de Gaza, a los rehenes israelíes secuestrados junto al arsenal de misiles cuya potencia y capacidad bélica siguen siendo un misterio. Esos arenales pasadizos frágiles, objeto permanente de ambiciones seculares, obligaron hace diecisiete siglos al monarca macedonio Alejandro Magno a ordenar la perforación de túneles para dar asalto y conquistar al imperio egipcio. El asedio duró tres meses y el estratega más famoso de aquella época dorada fracasó.
La Franja de Gaza es hoy una prisión al aire libre donde se libra la batalla palestina contra Israel. Desde el inicio allí del liderazgo de Hamás el año 2006, las subvenciones y ayudas recibidas por su gobierno islamista de países musulmanes, han permitido destinar decenas de millones de dólares en la excavación de túneles que se extienden a lo largo de cientos de kilómetros. Según el ejército israelí, la información encontrada en los túneles descubiertos hasta ahora fija en más de 6.000 toneladas de hormigón y 1.800 toneladas de hierro el material destinado a la construcción de esa densa red subterránea, la fortaleza militar que el gobierno de Israel se propone destruir cuando termine la guerra contra Hamás y se logre la total extinción de esas milicias terroristas.
La estrategia del presidente Netanyahu, según muchos analistas, busca más un caos que una victoria. Antes de la guerra, el sostenimiento de la población de Gaza, que se duplicó en menos de un siglo, se convirtió en una especie de paradoja económica y demográfica en el lugar del mundo con la mayor dependencia de la ayuda extranjera. Durante medio siglo, las repetidas guerras y el bloqueo económico aplastaron el funcionamiento del sector privado. Desde el año 2008, inicio de la gobernación de Hamás en la Franja, se contabilizaron unas 50.000 entradas mensuales de empresarios y comerciantes por el puesto israelí de Eretz, la única aduana permanente entre Israel y Gaza. La enorme actividad humanitaria que atendía al 80% de los 2,2 millones de habitantes de Gaza dependía del sector privado. Las entidades de donaciones humanitarias se encargan solamente del reparto de las mercancías a los ciudadanos y las empresas importadoras se encargaban del resto. Las dos entradas comerciales a Gaza desde Israel, Nahal Oz y Karni, permanecen cerradas desde el año 2020. La economía de la Franja fue fuertemente condicionada con el bloqueo impuesto por Israel y Egipto desde la llegada al poder de Hamás. La clandestina «economía del túnel», el suministro ilegal de mercancías de contrabando desde Egipto a Gaza a través de cientos de túneles, creó un sistema furtivo y enigmático cuyo poder económico está en manos de Hamás.
El gobierno de Israel carece de una estrategia cierta para la Franja de Gaza más allá de derrocar a Hamás, ni tiene ningún plan a aplicar después de que termine la guerra. Las cadenas de suministro asistencial han quebrado en tres meses, la guerra ha matado al 1% de la población de Gaza y ha derruido una quinta parte de sus edificios. La crisis humanitaria, cada vez más profunda, es una de las más feroces del siglo XXI en el mundo. Las agencias de asistencia humanitaria sostienen que, si nada cambia, este año morirán más palestinos en Gaza por hambre y enfermedades que por los bombardeos israelíes.
Gaza se ha vuelto un desierto inhabitable. Se estima que el 85% de su población ha abandonado a sus casas, una triste fanfarronada en tiempos de guerra que está en marcha sobre el terreno: más de 24.000 habitantes de Gaza han muerto y muchos más se encuentran en grave peligro. Los conflictos brutales, en ausencia de la victoria total de una de las partes, sólo pueden resolverse cuando ambos protagonistas pueden ver al otro como a un ser humano. Solo cabe esperar que judíos y musulmanes no hayan de soportar otro siglo de odio entre israelíes y palestinos.
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