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Con el gran belfo colgando cual gargantilla bucal y su pluma en ristre, haciendo garabatos para estampar con estilo picudo y amenazante su firma número ... cien, rodeado de monagos entusiastas, Donald Trump califica con esta mentira a Volodymyr Zelensky, presidente de Ucrania: «un dictador sin elecciones»; y le advirte de que «actúe rápido o se arriesgará a perder su país». La suerte está echada según el presidente norteamericano, el agente especial de una amenaza duradera que ha encontrado ya a su antagonista y perdedor en ese ajedrez bélico que se juega en Europa desde hace tres años. El enfrentamiento resistente de Zelensky, intrépido alfil en su última batalla para escapar de la derrota frente al ladino sigiloso Vladimir Putin, se acerca también al fracaso político y a la pérdida de un tercio de Ucrania, mientras Donald Trump se autodesigna monarca de todos los continentes. El equipo de gobierno por él seleccionado para dominar el mundo sin desparpajo lo componen personajes políticos de enorme altanería y ansias de poder. Está él destinado a librar una lucha titánica dentro y fuera de los Estados Unidos de América. En su primer mes vertiginoso en el cargo presidencial, Donald Trump ha logrado organizar a su armada diplomática exultante para rematar sin daño la derrota de Ucrania y ha forzado la capitulación a sus oponentes dentro y fuera del extenso territorio imperial americano.
Con su desesperación ya muy tardía, los países europeos han aceptado la derrota parcial de la guerra ucraniana. El estruendo de la propaganda sigilosa rusa y la creciente decepción de los europeos están a punto de entregar a Vladimir Putin la victoria de sus últimas batallas: nunca ha estado Rusia tan cerca de ganar su guerra contra Ucrania. Tres años después de que Putin ordenara la invasión, el 24 de febrero de 2022, no está claro lo qué significa «ganar a Ucrania». Los objetivos bélicos de Rusia se ocultaron bajo la marca confusa de «operación militar especial» planteada en secreto. También Ucrania mantuvo en la oscuridad los objetivos y la estrategia de aquella lucha contra el vecino ruso que se ha librado frente al arsenal a puentagotas suministrado por los países de la OTAN. Desde los primeros meses de la guerra, Vladimir Putin reiteraba su único objetivo para el buen entendimiento de esa propaganda por su pueblo: defender la soberanía rusa y rescatar los territorios asignados a Ucrania tras la desmenbración de la Unión Soviética.
Europa occidental, los países que sufrieron los daños mayores de la Segunda Guerra Mundial, soportaron la destrucción más sombría desde la caída del Telón de Acero hace treinta y cinco años. Las consecuencias de esa agitación con centro neurálgico en Ucrania no se han hecho aún evidentes. He aquí los puntos cardinales del terremoto: Ucrania está en venta, Rusia pretende alzarse victorioso y el gobierno de Donald Trump ya no puede contarse como socio que venga a ayudar a Europa en tiempos de guerra. Los líderes y naciones del viejo continente aún no han asimilado cómo debe responder Europa a la destrucción del orden de posguerra que pretenden aplicar los grandes líderes de fuera de ese agitado territorio europeo, Putin y Trump. He aquí los factores que están fuera de control en esa Europa deslavazada: la política ultranacionalista en Ucrania, el esfuerzo desatendido de rearme de Europa y, sobre todo, la ruptuta que Donald Trump impone a la tradicional colaboración de los Estados Unidos y Europa occidental. El pasado 18 de febrero comenzaron en Arabia Saudita, en un desierto lejos de Europa, las conversaciones de Estados Unidos y Rusia para poner en marcha acuerdos entre los dos poderosos enemigos lejanos.
El único pájaro que se atreve acometer a un águila es el cuervo, según la fábula. Con la habilidad de sus vuelos, el cuervo aterriza de improviso sobre el espinazo del águila, esperando vencer su soberbia, e intenta picotear el cuello elegante del enemigo. A pesar de esa violencia, el águila no responde a su agresor: no pierde el tiempo y se eleva a lo alto del cielo con sus grandes alas abiertas pronunciando sus granidos excesivos: Putin y Trump. Europa esta viviendo sus dias más sombrios desde la caída del telón de acero. No se han asimilado aún las consecuencias de aquel terremoto de la postguerra: para mantener la paz disuadiendo a Rusia es indispensable instalar una fuerza militar en Ucrania bien nutrida por Europa.
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