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Como si aquella tierra de encrucijadas bélicas milenarias fuera escenario maldito de guerras sangrientas entre pueblos y religiones, la agitada historia de Gaza y la ... desgraciada vida de sus habitantes han demostrado a lo largo de los siglos que aquel campo de guerras, invasiones, intifadas y conquistas no tiene límite fijo, aunque causa mucho odio y muerte en aquellos territorios lejanos. Gaza ha sido desde hace milenios el epicentro de esos fenómenos que tienen características telúricas: conmueven a los pueblos aledaños y a las naciones vecinas como si sus respectivas religiones incitaran al odio y a la guerra.
Diez meses después del inicio de las hostilidades entre Israel y Hamas en Gaza, la guerra intermitente y perpetua de Israel contra sus vecinos árabes ha tomado una nueva dirección: el pasado 31 de julio fue asesinado en Teherán Ismail Haniyeh, el líder palestino que fuera Primer Ministro en Gaza durante cinco años, y el esquivo y misterioso líder de Hamás en la Franja Yahya Sinouar emergió como nuevo líder supremo indiscutible, político y militar. Como líder supremo, él fue arquitecto del ataque del 7 de octubre, la mayor venganza de los palestinos contra Israel. El nombramiento de Sinouar envió una señal clara de que la facción más extremista de Hamás está ahora al mando del ejército subterráneo en los túneles, desde donde él ordena las operaciones bélicas y marca la estrategia política desde la Franja. Escondido en los túneles de Gaza y perseguido por Israel, Yahya Sinouar emerge como el líder indiscutible de Hamás. Su rigor en las negociones con Israel para establecer el acuerdo de un alto el fuego y poner fin a la guerra, que se ha cobrado ya la vida de unos 40.000 habitantes de Gaza, choca con las duras exigencias del Primer Ministro israelí Benjamin Netanyahu, también acorralado.
En esa difícil tesitura bélica y también diplomática, ese espacio siempre agitado del Oriente Medio se prepara para una guerra más amplia. Mientras el ejército palestino resiste con vigencia cada día los ataques fulminantes de Israel, unos tres mil combatientes subterráneos bien armados y entrenados, la República Islámica de Irán evalúa su respuesta al asesinato en Teherán de Ismail Haniyeh: considera el gobierno iraní que el Estado judío ha cruzado una línea roja al asesinar en Teherán al líder de Hamás en su territorio y, sin desencadenar una guerra abierta, pretende restablecer el equilibrio con su amenaza de la disuasión. El ayatolá Ali Jamenei advirtió a Israel que «tras este amargo y trágico suceso ocurrido dentro de las fronteras de la República Islámica, es nuestro deber tomar venganza». Oriente Medio se prepara para una guerra más amplia mientras Irán mide su respuesta.
El tercer ángulo de esa guerra que agita otra vez a Oriente Medio se sitúa en el sur del Líbano, la zona montañosa que limita y domina por su visión estratégica el territorio de Galilea, al norte de Israel. El grupo chií libanés Hezbolá protagonizan de nuevo intensas jornadas de enfrentamientos con misiles y drones desde hace diez meses. Su abundante arsenal regalado por Irán no ha sido lanzado todavía, ni prometida la venganza a los ataques israelíes.
Gaza es el alfil de los árabes sobre el convulso tablero bélico del Oriente medio. Como un elefante que vive acosado permanentemente y se defiende resistiendo con su piel dura los ataques, ordena su estrategia de supervivencia a largo plazo y calcula su réplica a una distancia que supera a la de sus adversarios. Los palestinos de Gaza seguirán jugando su estrategia alargando el plazo de su victoria: no tienen prisa. Su demografía en expansión irrefrenable es una de las bombas a su favor, y para que se active han de pasar aún varias décadas. Me lo dijo Ismail Haniyeh en el portal de su casa el día de su elección como presidente de la Autoridad Palestina en Gaza, el 31 de enero del 2006: «Hablan de las armas de los palestinos… Esas armas van a servir sólo para expulsar a los judíos de nuestros territorios. Estamos dispuestos a hablar con ellos y resolver nuestros problemas». Cubierto con su elegante cafcán, rodeado de niños y jóvenes en silencio, caminó hacia la Mezquita cercana y misérrima del barrio de Al Shati, como cada día. . Sostenía el General Charles de Gaulle, que luchó por los intereses de Francia en esa región, que el Levante mediterráneo siempre agitado es una encrucijada por donde pasa de todo: religiones, ejércitos, imperios, mercancías, sin que nada se mueva.
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