El Cabezo es el pico y, por extensión, topónimo de uno de los dos grandes páramos de Montemayor. Seguramente uno de los primeros en interés ambiental, belleza paisajística, fauna y flora de cuantos flanquean el Duero, río arriba, desde la coronación de la cuesta de ... Tudela hasta su declinación a la altura de Langayo y Manzanillo, una vez superados los páramos de las Quintanillas y Cogeces. El Cabezo es una balconada espectacular que mira a sus pies al horcajo o convergencia de los arroyos del Valle, de Montemayor; el Cogeces, que viene del mismo pueblo de su nombre, y el Valcorba, que los abraza a los dos camino de Santibáñez y El Duero. El panorama que ofrece a la vista es, sencillamente, espléndido, con el majestuoso valle del Valcorba que se abre al este entre la espesura, y en los días de claridad luminosa, la delicada línea azul que nimba en el horizonte la sierra del Guadarrama. Junto al hermoso circo que desde el pico de la Mesilla se aprecia de la desembocadura del arroyo Valdecascón en el Valimón, en el término de Cogeces, deberían ser dos parajes hace tiempo declarados como reservas intocables.
Pero no, no tenemos esa suerte, ni hemos luchado por ella desde hace siglos. Desgraciadamente, seguimos en la Castilla machadiana, que «envuelta en sus harapos, desprecia cuanto ignora». Y así, el Ayuntamiento de Montemayor, (PSOE), uniéndose a ese desprecio con prepotencia de su mayoría y, al parecer, no menos entusiasmo bisoño, ha puesto su vista en el Cabezo como lugar idóneo –se supone que con el beneplácito de la Junta de Castilla y León– para levantar en sus tierras de labrantío una macro planta generadora de gas metano, a partir de purines, estiércol y residuos orgánicos, amén de otros que desconocemos. Lo desconocemos porque, como nos explicó de manera impecable en una charla ad hoc el profesor Javier Gutiérrez, todavía no se ha presentado formalmente el proyecto de la empresa, por lo que se impone la prudencia, con vigilancia y a la espera. Y con la advertencia del lenguaje de la mafia, que es el más propicio para la coyuntura política de la España actual: «Vienen a por lo que más queremos». La naturaleza, añadiría, el aire todavía no enrarecido, el agua no contaminada, la tierra no envenenada ni defendida, el silencio lejos de las miradas indiscretas, el aplauso de los atónitos palurdos que permita hacer de la mierda dinero; dinero, dinero, siempre dinero: «sólo vale el mucho dinero», decía el emperador Maximiliano; «pecunia non olet», decía Vespasiano. ¡Qué asco!
Lo que parece claro y confirmado, si no entendí mal, es que Montemayor y su término, así como una larga lista de pueblos de la colindante provincia de Segovia, está dentro de una «zona vulnerable» a estos efectos, calificada así por la administración autonómica y la Unión Europea. De ser así, el Ayuntamiento de Montemayor debería reflexionar inmediatamente y recoger velas, antes de perpetrar su amenaza infame. Porque, a la luz de su silencio y el de la empresa, pueden adelantarse los datos que ha avanzado la Plataforma vecinal de Montemayor contra la planta. A saber, aprovechando que por El Cabezo pasa el gasoducto Aranda de Duero-Zamora, la empresa Libergia pretende la transformación de entre 150.000 y 200.000 toneladas de purines-basura, una enormidad. Para ello se necesitarán, al menos, unos diez mil camiones de carga al año de ida y vuelta, que circularán por unas carreteras locales y comarcales, en modo alguno aptas para este tipo de transporte, con efectos destructivos evidentes en su firme al cabo de muy poco tiempo. El acceso a El Cabezo sólo es posible por dos caminos rurales de Montemayor. La subida por Traspinedo y Santibáñez no es posible para camiones, por lo que, para acercarse a esos dos caminos, una vez que abandonen las dos grandes vías de la carretera de Soria o la autovía de Segovia, los camiones podrían pasar por cualquiera de los términos y pueblos cercanos o colindantes con Montemayor. Desde Sardón, Traspinedo, Santibáñez, Tudela y la Parrilla, a Viloria del Henar, San Miguel del Arroyo, Santiago, Camporredondo y Portillo. No importa que algunos de ellos estén más apartados de las carreteras. El aire es libre y el olor inevitable. Y un colofón nefasto: esta factoría será una llamada a voces a la implantación de macrogranjas en la zona.
Naturalmente, la empresa dice que no habrá efectos de ninguna clase, porque la tecnología avanza que es una barbaridad, como decían de la ciencia nuestros abuelos, pero la realidad será tozuda, los olores nauseabundos y a merced del viento; las aguas freáticas y rezumantes del páramo hacia los arroyos se contaminarán inexorablemente, como la tierra, ahíta de nitratos y residuos peligrosos, resultantes del proceso de transformación. El aire y el ambiente se enrarecerá sin remedio en un radio importante… Pero es que además, la factoría no empleará a ningún trabajador del pueblo, por su especialización; ni siquiera en la construcción de la misma, por lo mismo. Como los romanos clásicos ante los problemas turbios, debemos preguntarnos: Qui prodest? ¿A quién aprovecha? ¿A quién beneficia todo esto? El Ayuntamiento de Montemayor, con su alcalde a la cabeza, deben contestar a esta pregunta con claridad meridiana, si no quieren levantar inevitables sospechas.
Me dicen, finalmente, que este desastre en ciernes es el mismo que quisieron llevar a cabo recientemente en Matilla de los Caños, felizmente suspendido por la valentía de sus vecinos y los ciudadanos de los pueblos colindantes, unidos todos sin fisuras ante la amenaza. Es una lección para Montemayor y los pueblos colindantes, aunque tengan la enemiga de su ayuntamiento. Pero si no son capaces de luchar democráticamente por su dignidad cívica con firmeza, por su condición de ciudadanos libres e iguales, de su derecho a la salud y al bienestar, frente a la sinrazón del poder arbitrario y sus abusos; si con su pasividad miran para otro lado y denotan que prefieren la mierda. No tengan ninguna duda, la tendrán.
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