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El agua al cuello

Balas de fogueo ·

«A Delibes no le hubiera gustado nada ver a su querido Pucela con el agua al cuello, abonado a la derrota con la complacencia de un suicida»

Antonio Salinero

Valladolid

Lunes, 2 de noviembre 2020, 08:25

Hubo un tiempo en el que escribir sobre fútbol se consideraba poco menos que una traición intelectual. Deslizar la pluma por los terrenos de juego era tildado de herético y al que transgredía la norma se le endilgaba un sambenito con estigma de autor menor ... y superficial. El fútbol era el opio del pueblo, una fe sin teología, esa pasión vulgar de los domingos de quiniela y carrusel deportivo.

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Pero algunos desafiaron el peligro y se atrevieron a comentar las tribulaciones de este deporte, como Miguel Delibes, a quien esto de que se le considerase un intelectual le traía sin cuidado y a quien, dicho sea de paso, le hemos erigido en el Campo Grande una estatua rácana, carente de alza y pedestal para regocijo de las palomas, ay.

Seguramente su pasión por el fútbol nació en los descampados de la infancia, la patria perdida, según Rilke. Un territorio que siempre rescataba en sus novelas a través de personajes tan entrañables como Daniel el Mochuelo, Roque el Moñigo o el Nini de Las ratas.

A lo que iba, desde luego a Delibes no le hubiera gustado nada ver a su querido Pucela con el agua al cuello, abonado a la derrota con la complacencia de un suicida. El equipo no da pie con bola y a la espera de que un milagro le rescate del naufragio, veremos que nos depara hoy en Villarreal.

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De seguir así, corremos el riesgo de pasar por la liga como los convidados de piedra que acompañan a Don Juan en el ágape espectral de la noche de las ánimas. Con más pena que gloria.

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