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Inés Arrimadas y Edmundo Bal, en un acto de Ciudadanos en julio de 2021. Fernando Alvarado / EFE

La agonía de Ciudadanos

Editorial ·

La guerra cainita entre Arrimadas y Bal por el control de un partido al borde de la desaparición reduce sus posibilidades de sobrevivir

El Norte

Valladolid

Lunes, 12 de diciembre 2022, 00:09

La encarnizada pugna entre Inés Arrimadas y Edmundo Bal por hacerse con los restos del naufragio de Ciudadanos augura un borrascoso final a un partido al borde de la desaparición por clamorosos errores estratégicos que han reducido al mínimo su espacio y credibilidad tras acariciar ... La Moncloa, según las encuestas, cuando la moción de censura de Pedro Sánchez derrocó a Mariano Rajoy. Sumida en la irrelevancia después de una sucesión de batacazos en las urnas, el camino opuesto al que conviene a la marca naranja para apurar sus exiguas opciones de supervivencia es una guerra cainita entre sus dos figuras más relevantes en la que afloran con toda crudeza discrepancias personales e ideológicas.

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Llega demasiado tarde la asamblea extraordinaria convocada para el 15 de enero con el propósito de refundar una organización desangrada por la fuga masiva de votantes y cuadros valiosos. Ese objetivo tendría muy escasas posibilidades de éxito incluso si existiera una sólida unidad sobre el camino a seguir y las personas más adecuadas para ejercer su liderazgo. Espectáculos autodestructivos como el que están ofreciendo la presidenta y el portavoz en el Congreso confirman su inviabilidad y solo adelantarán el certificado de defunción de unas siglas que merecen un entierro digno.

Ciudadanos nació como una respuesta de origen progresista al nacionalismo catalán y al catalanismo, transformada, al extenderse al conjunto de España, en una fuerza con vocación de bisagra. Su intención declarada era inclinar mayorías a un lado u otro del tablero parlamentario desde el centro, de forma que el Gobierno de turno no dependiera de los nacionalistas. Albert Rivera se equivocó al despreciar un Ejecutivo de coalición con el PSOE en 2019, que Sánchez tampoco puso fácil, y al dar un volantazo a la derecha por su fatal obsesión en desbancar al PP como la gran referencia de ese espacio. Una bisagra que solo se abre a acuerdos con uno de los lados pierde su condición de tal y, de paso, utilidad. Así lo han interpretado los electores.

El decepcionante mandato de Arrimadas ha prolongado la agonía de un partido que vino a regenerar la política y ha acabado por reproducir algunos de sus males más asentados. Con serias dificultades para abrirse hueco en una España polarizada hasta el extremo, Ciudadanos se enfrenta a un negro futuro en las elecciones municipales y autonómicas de mayo y, si sobrevive a ellas, en las posteriores generales.

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