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Óscar Chamorro
Adolescencia, redes y prensa

Óxidos y Vallisoletanías

Adolescencia, redes y prensa

«Mi hija ya escribe columnas. Por cierto, bastante buenas, no descarto que me mande a los albañiles»

José F. Peláez

Valladolid

Viernes, 4 de abril 2025, 07:06

El miércoles estuve en las Agustinas intentando explicar la importancia de la prensa a alumnos de cuarto de la ESO y de primero de Bachillerato. Es decir, a chavales de entre 15 y 17 años. El esfuerzo del colegio para diseñar este tipo de eventos me parece revelador y, desde luego, dice más del compromiso del centro en la formación integral de su alumnado que cuarenta manifiestos con gráficos, colorines y citas de psicopedagogos de Oslo. Tienen suerte las familias. En la vida uno no es lo que dice sino, fundamentalmente, lo que hace. Y desconozco si el resto de colegios e institutos de Valladolid apuestan por actividades con este tipo de orientación, tan adecuada para los tiempos que les está tocando vivir. Pero no me cabe duda de que deberían. Me permito recordar al lector que casi todos esos chavales van a votar en las próximas elecciones municipales, así como en las generales, si es que Sánchez no decidiera adelantarlas. Y algunos de ellos, los mayores, votarán además en las autonómicas del año que viene.

Tal y como les dije ya no son niños y han de ir adquiriendo poco a poco responsabilidad sobre su configuración íntima como personas. Además de leer prensa, hay que leer libros, ver cine, escuchar música, ir a los museos y cultivarse en todos los ámbitos. Es nuestra única herramienta para comprender el mundo que nos rodea y nuestro papel dentro de él. Dicho de otro modo, es nuestra única herramienta para dotar nuestra vida de sentido y, por lo tanto, optar a ser felices. El analfabetismo es una fábrica de depresiones –quizá la mayor– y ha pasado de ser algo de lo que avergonzarse a algo de lo que enorgullecerse. Por eso ni todos los planes de cultura gratuita del mundo pueden luchar contra una sociedad que lo que pide a gritos es placidez en la ignorancia. Pero más importante aún es comprender que el concepto mismo de democracia no es posible si el votante no está correctamente informado de lo que sucede a su alrededor. El ejercicio de la soberanía requiere de un esfuerzo por parte de su titular. No solo tenemos derechos sino también obligaciones y una de ellas es la de ejercer nuestro poder con responsabilidad, lo cual solo se puede dar si se está correctamente informado. Un votante desinformado toma decisiones irracionales. Y un pueblo que toma decisiones irracionales es un pueblo que usa su poder en el sentido contrario a sus intereses. Para que eso suceda basta con estar expuesto a las redes sociales, a los mensajes que te manda por WhatsApp el cuñado antivacunas y a toda esa marea de youtubers, influencers, tiktokers, instagrammers, gamers, streamers y cualquier otro oficio que termine por 'ers'. Como, por ejemplo, 'monguers'. Los chavales tienen que tomarse en serio a ellos mismos y optar libremente por leer prensa seria e independiente. Y no solo para estar enterados de lo que sucede a nivel político sino también para conocer lo que sucede a nivel cultural, deportivo o social. Pero, sobre todo, porque, como les dijo Ángel Ortiz en el mismo evento, todas esas fuentes de información de dudosas intenciones solo van a decirles lo que quieren oír para confirmar sus sesgos y retener las audiencias. Y resulta que, en la vida, es necesario estar expuesto a opiniones de personas con las que no estás de acuerdo. Hay que aprender no solo a convivir sino también a escuchar al otro y, eventualmente a cambiar de opinión. Porque el voto no es una fe. La fe es otra cosa y no solo tiene que ver con convivir y aprender de ese 'otro' con el que no estás de acuerdo sino, además, con ayudarle a pesar de todo. No hace falta ser católico para amar al prójimo. Pero hace falta amar al prójimo para ser católico.

Es muy difícil que nuestros jóvenes se sientan parte de la comunidad política de la que forman parte si están excluidos de ella. Y es difícil que se sientan incluidos si no están informados, porque no se puede respetar lo que no se conoce. El que se informa, un día decide intervenir. Pero el que no sabe nada es el caldo de cultivo perfecto para el populismo: «Esto de la política no me interesa, así que ojalá llegue alguien que sepa lo que hace y sea fuerte para votarle y despreocuparme». Ese es el paso para el autoritarismo, pedir a gritos que alguien asuma todo el poder por practicidad en lugar de limitárselo por prudencia.

Las redes sociales han cambiado para siempre a la sociedad. Y por lo tanto a las democracias. Está en nuestra mano que los jóvenes comprendan que el ser humano tiende a abusar del poder cuando lo tiene y que por eso mismo lo que necesitamos es separarlo. La alternativa a la democracia liberal es la guerra. Han de leer prensa, dedicar un rato a pasar páginas, detenerse en lo que les interese, olvidarse del resto. Forjarse una opinión, tener la humildad suficiente como para perder cinco minutos de su vida en enfrentarse a una opinión divergente a la suya. Pero esto es muy difícil si en casa no ven periódicos, libros y si en las comidas no conversamos con ellos como las personas inteligentes e importantes que sin duda son. Aquellos que intentamos educar en la tolerancia y el respeto tenemos un reto enorme por delante para que, viendo lo que están viendo, nuestros hijos no se polaricen y empiecen a creer que la solución a un dictadorzuelo de izquierdas es otro dictadorzuelo de derechas. No es posible ni deseable evitar el contacto de la juventud con el móvil, pero es imprescindible e inevitable completar su cosmovisión e influir en ella. No solo hablando, sino también garantizando su acceso a fuentes serias.

Hagan la prueba: dejen el periódico en la mesa cada día. El primero lo mirarán con sospecha. El segundo, quizá miren la portada. Pero tras varias semanas ahí se sorprenderán viendo cómo lo hojean, cómo preguntan y cómo acaban dando su opinión. Se lo digo por experiencia. Empiezan a entender las cosas. Y cuando eso pasa, participan. Y su autoestima crece. Tanto que mi hija ya escribe columnas. Por cierto, bastante buenas, no descarto que me mande a los albañiles. Ya le he dicho que siga por ahí, visto lo visto su competencia va a ser nula. Y vaya el mundo por donde vaya, siempre necesitaremos a un humano que cumpla con lo más básico: ir, ver y contar. Tiene suerte la muchacha: en su casa había periódicos. Tienen suerte también los chavales de las Agustinas: en su colegio había ideas. Y tienen suerte las familias: sus hijos estaban en buenas manos. Me fui de aquella charla contento, creo que algo de lo dicho pudo abrirles una duda. Es posible que, a pesar de todo, aún estemos a tiempo con los jóvenes. Para los mayores, me temo, ya se ha hecho tarde.

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