Varias personas con y sin mascarillas en el interior de un autobús urbano. EP

Adiós al tapaboca, el último recuerdo

EL ESPIGÓN DE RECOLETOS ·

«Los supervivientes de la pandemia somos los héroes bélicos de una batalla bacteriológica que no ha hecho más que empezar»

David Felipe Arranz

Valladolid

Viernes, 10 de febrero 2023, 00:35

Lo difícil, en España, es llegar a los cincuenta sin una cicatriz vírica: todos con sus más y sus menos lucen sus heridas de guerra. Y la mascarilla ha dejado de ser obligatoria en el transporte público, tras su imposición el 21 de mayo de ... 2020 –recordemos, que fue ayer, y somos muy olvidadizos–, cuando el coronavirus nos mordía los talones. Mientras tanto, los hacedores y fabricantes de cubrebocas han hecho su agosto: te vendían mascarillas en el chino –que de eso eran los que más sabían–, en el kiosco de la plaza con los chuches o te echaban la bronca en el tren los revisores. Lo que va de ayer a hoy en este asunto es un grito por megafonía, un exabrupto de la vecina, una mirada de desprecio e insolencia del paisano si a uno se le había olvidado un tapaboca FFP2 en la cocina, el baño o encima del fregadero. Queremos decir que la norma la imponen los de arriba y que la Asociación Española de Fabricantes de Mascarillas, Batas y EPIS (y Blases) ya no es lo que era. Tienen hasta un presidente de la patronal de los fabricantes, que ya ha pasado a subgerente o casi. Nótese que para el público en general, la mascarilla solo seguirá siendo obligatoria en centros de salud y farmacias, y esto lo deciden en el Ministerio de Sanidad, porque el bicho sigue flotando en el ambiente, como la tensión, si bien con poco efecto sobre la población.

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Nos hemos contagiado, vacunado y muerto, y algunos vamos a echar de menos no verle la cara a tanto medallista de la salud ni a tanto consejero, con sus agujeros mortales de la Seguridad Social en el currículum, un colador de improvisaciones. El cubrebocas es el último vestigio que nos ametralla la conciencia y nos recuerda que los supervivientes de la pandemia somos los héroes bélicos de una batalla bacteriológica que no ha hecho más que empezar. Vanidad de vanidades.

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