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Jesús Diges. Efe
Adiós, muchachos

Adiós, muchachos

El emérito se topó con una fecha para la historia y creyó que ya estaba todo hecho, todo el pan vendido; que, hiciera lo que hiciese, sería para siempre el rey que salvó la democracia

Tomás Val

Valladolid

Jueves, 6 de agosto 2020, 08:04

Contra el destino, decía Gardel en este tango, nadie la talla. No les voy a contar el cuento de aquel criado que quiso huir de la muerte. No hay manera de escapar, nos sale al paso, nos toca el hombro. Parece que los españoles estamos ... abocados a ver, un día, marcharse un rey. Mi padre vio a Alfonso XIII; su abuelo a Isabel II y, poco después, a Amadeo de Saboya. A este rey, a Amadeo, no nos lo merecíamos. Lean su carta de despedida y compárenla con la que Juan Carlos I nos ha dejado. Qué lo vamos a hacer, otro rey que se marcha. Suelen ir a Estoril, a Francia, vuelven a Saboya… Algunos hasta dijeron éste viajaba al Caribe. ¿Cómo era aquella habanera de Benedetti? «Y hay mulatas en todos los puntos cardinales. El destino, el puto destino». Nunca trae nada bueno. También Juan Carlos I se topó con él, fue un 23 de febrero, 1981. 23 de febrero de 1981. Julio César fue asesinado un 15 de marzo del 44 a.d.C. Cada persona tiene su día, el destino se mueve por el calendario. El emérito se topó con una fecha para la historia y creyó que ya estaba todo hecho, todo el pan vendido; que, hiciera lo que hiciese, sería para siempre el rey que salvó la democracia. Ahí empezó su perdición, se convenció de que todo se le perdonaría, a salvo de todo. A su bisabuela, Isabel, también la querían mucho y murió en París. Pensó Juan Carlos que podía mirar a los hados cara a cara; que no recibir a Armada aquella noche era su salvaconducto. Si le gustara el tango sabría que nadie da la talla; que el 'fatum' de este pueblo es despedir a reyes. Veremos si Felipe VI toma nota.

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