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El momentazo llegó minutos antes de que asaltaran el escenario del Intro Music Festival. Andaba yo molestando en la zona de camerinos cuando, de forma silenciosa e improvisada, los miembros que integran la banda de Iván Ferreiro fueron desapareciendo del camerino. Siguiendo un particular ritual ... de concentración, cada uno se preparaba para el que iba a ser el último concierto de una gira –la de Casa– que, durante más de tres años, les ha llevado a recorrer toda la geografía española con el que es hasta la fecha el mejor álbum publicado del artista vigués.
Iván caminaba en círculos, cabizbajo y con las manos a la espalda, esperando a que Manolón, su 'tour manager' y persona de confianza del grupo, les avisara. Amaro Ferreiro, Ricky Faulkner, Xavi Mole, Marta Toro, Emilio Sainz y Pablo Novoa, cada uno a su manera, se preparaban mentalmente para vaciarse frente al público que ya abarrotaba el recinto de la Feria de Muestras y que ya andaba calentito, a pesar de la hora –dos y cuarto de la tarde–, tras el bolazo que se marcaron los murcianos de Viva Suecia. No hacía falta ser muy listo para saber que tocaba mantenerse al margen. Y eso hice.
Cuando llegó la hora, los siete ocuparon un metro cuadrado para abrazarse conformando un círculo, y fue entonces cuando Iván me buscó y con la mirada hizo una señal. No daba crédito. Quería que yo me integrara en aquel aquelarre de talento y, superando el pudor correspondiente, acepté la invitación. Puede que haya sido uno de los instantes más bonitos que he tenido la suerte de vivir. Compenetrados, avanzaron un pie hacia el centro y comenzaron a recitar una fórmula mágica que, he de reconocer, me dejó un tanto aturdido y completamente emocionado.
No sé cuánto tiempo tardé en bajar de la nube, pero cuando por fin regresé a la realidad, me percaté de que aquello no podía sino responder a un acto mayúsculo de generosidad. No era el primero que Iván tenía conmigo. El primero fue cuando me abrió las puertas de su casa durante tres días para componer tres canciones con un tipo al que no conocía y que no tenía ni idea de lo que ello implicaba. Después de aquel, llegaron otros. Muchos.
De las acepciones de la RAE sobre la cualidad de ser generoso, a Iván Ferreiro le encaja la segunda: «Que obra con magnanimidad y nobleza de ánimo». Por eso está siempre rodeado de personas que lo quieren más allá de la admiración que provoca el genio; por eso desprende un magnetismo inagotable; por eso arrastra un público leal que se entrega a su música en cuerpo y alma; por eso está donde está: en lo más alto del panorama musical español como artista único e irreplicable que es.
Como irrepetible fue el concierto que se marcaron el sábado, premiado por una larguísima ovación de los cinco mil privilegiados que pudimos asistir al cierre de una etapa a la que seguirá otra distinta y cuya melodía ya hierve en la cabeza de Iván. La jornada se completó con las soberbias actuaciones del resto de grupos que completaban un cartel difícil de igualar, destacando –para mi gusto, claro– las de Shinova y León Benavente, confirmando el Intro Music como el festival de invierno más importante del país. Enhorabuena a Dani Martínez y a todo su equipo.
¡Y qué envidia insana sentimos los escritores –yo, al menos– hacia los músicos, privilegiados ellos que tienen la suerte de poder alimentarse de la inagotable energía que emana de sus seguidores durante los directos!
Quizá todo sea cuestión de eso: de generosidad.
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