M e aburro'. Lo dice Homer Simpson, ese personaje de personalidad histriónica, que recurrentemente confunde su realidad con el entorno. Un personaje adorable, si nunca llegara a traspasar la pantalla.
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Se aburre y no debería, pero las cosas son así cuando por tu cabeza llega ... a pasar la idea de que una explosión nuclear puede ser algo entretenido como unos fuegos artificiales y hasta divertido.
La central nuclear de Springfield es como el PP de León, siempre está en un permanente estado de ebullición, al borde de la eclosión final, con el reactor a pleno rendimiento por obra y milagro, y en pleno riesgo, en alerta máxima.
Que los populares leoneses tienen una parte de dibujo animado es evidente. Hay momentos en los que los personajes de la ficción, tontos y menudos, jocosos y delirantes, ofrecen un paralelismo admirable con la realidad local.
Aquí, en la tierra, en la de verdad, los populares hacen cosas casi estúpidas. Irrisorias, si no fuera por la enorme gravedad que contienen este tipo de actos.
El presidente del PP en León, Javier Santiago Vélez, ofrecía papeletas de Vox para garantizarse el voto en el Senado. Así, se supone, fortalecía su candidatura y laminaba la de su compañero (rival, para él) Antonio Silván.
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Y no es lo único. También creaba una red de afiliaciones tan legales como cuestionables que le permitían sumar militantes afines que le respaldaran en su camino hacia la presidencia provincial del partido.
Pero claro, siempre hay un amigo que graba las conversaciones y otro (o él mismo) que no recicla los whatsapp. Cosas que pasan.
Ese tipo de actitudes, que generan silenciosos procesos de putrefacción en el seno de las formaciones políticas, son las que según el secretario general del PP de Castilla y León, Francisco Vázquez, «aburren» a los mortales.
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«Lo importante es la actividad de gestión y no aburrir a la gente con cuestiones internas (de los partidos políticos) que creo que no les interesan», ha asegurado con una frialdad desconcertante.
La afirmación, que tiene el punto de que algo no funciona bien en las cabezas políticas, supone algo así como que la gente quiere pan y fútbol y el resto da igual. Y no, la sociedad de hoy tiene la mala costumbre de creer en la decencia de la clase política y sí, desde luego que sí, le interesa la vida interna de los partidos mucho más cuando en la misma se vislumbra porquería acompañada de un olor fétido.
Hay momentos en los que las direcciones de los partidos se alejan tanto de la realidad que no ven más allá de su propia nariz. No es el primer caso, ni será el último.
Que el PP de León es un ring de boxeo es algo evidente desde hace tiempo, que las malas artes de sus responsables han corrompido aún más su estructura, también, y que la derivada final resulta apocalíptica («Estas cosas aburren a la gente»), mucho más.
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En medio de este revuelo hoy solo queda esperar como si se estuviera frente a la televisión. Y así ya hay quien ha abandonado el barco ante el inminente riesgo de colisión y la deriva del capitán, hay quien espera en la bodega pacientemente a ver lo que ocurre y quien, simplemente, está soltando el bote salvavidas para decidir en el último instante si salta sobre el mismo.
Y mientras, el PP (el de León), ofrece un espectáculo de tercera a los ciudadanos. Precisamente esos ciudadanos a los que –según Francisco Vázquez– tanto les aburre la vida interna de un partido. Les aburre (quizá) y les asquea (mucho). Y ante eso, mejor no hacer nada. Así es la política.
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