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Absuelto posando junto al Acueducto
Intruso en El Norte ·
Algunos se pasan la vida y la tarde entera descargando pulsiones y poluciones delante del ordenadorSecciones
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Intruso en El Norte ·
Algunos se pasan la vida y la tarde entera descargando pulsiones y poluciones delante del ordenadorUno aprecia a los maestros, a los de escuela y a los de la dehesa. En ellos, todos hemos visto al padre y al amigo que nos enseñaba los huevos de la rana o el salto mismo de la rana. Yo aprendí Historia en la ... concertada con monjas, monjas que solo tenían la titulación de monja, pero yo sé que eran otros tiempos y que los libros de texto decían de pasada que Franco estaba muerto y enterrado.
La educación, pues, es un asunto muy serio y, según mis últimos estudios, delante del encerado van pasando algunos submarinos del totalitarismo que dejan a los chavales patidifusos y el jefe de estudios hace como que no se entera. Al docente el humanismo, como el valor al soldado, se le presupone: porque un maestro pésimo en lo moral –o en lo pedagógico– puede desollar una vida.
Digo todo esto porque los tecnicismos del Código Penal han absuelto a Vicente Belenguer (maestro de profesión) de las infamias que soltó por Internet cuando un toro mató a Víctor Barrio en Teruel. El pollo es valenciano y, sin faltarle al honor –solo faltaba–, se le ve posando junto al Acueducto para los chicos de la prensa con esa carita que llevan los fenotipos humanos a los que les falta un hervor y que se pasan la vida y la tarde entera descargando pulsiones y poluciones delante del ordenador. Una noche Chema Nieto y Rodera me ilustraron por León sobre algo del ramillete de genes, y creo que por ahí se empieza a comprender el todo patológico de estos portadores del mal gratuito.
La cosa es que arguye la Justicia –el Juzgado de lo Penal 1 de Segovia– que en el Código Penal los delitos de odio no abarcan el mundo de la tauromaquia: lo que en román paladino 'quiesir' que nos podemos pasar la vida ciscándonos de gratis en Paquirri, en el Yiyo y en los Manoletes que caigan en nuestras plazas y a los que el doctor García Padrós no coja a tiempo. La sentencia, no obstante, recoge que el tal Vicente Belenguer se ensañó virtualmente con el cadáver de Víctor Barrio aún caliente. En prosa judicial se nos cuenta que Belenguer demostró «un episodio voraz de odio» del que salió absuelto, ay, por un tecnicismo de leguleyos.
Yo aún recuerdo el capote de Víctor Barrio tendido al sol de Sepúlveda, y el llanto de su viuda. Pero también todos estos odiadores que encuentran su día grande cuando muere un torero, que aún no han roto con los imaginarios de Disney y fían todo a vengar a los muertos de Bambie.
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