Abrir una puerta a la memoria para cerrarla al olvido
Tribuna ·
«Deben cruzar la puerta de la memoria los responsables de los programas educativos de la Junta. No se les puede negar, a quienes crecen y se forman en democracia, su derecho a conocer esa parte de su historia»
emilio silva
Martes, 22 de diciembre 2020, 07:03
Tras las horas que los golpistas del 18 de julio de 1936 necesitaron para hacerse con el control de la ciudad de León fue necesario para ellos el establecimiento de un gran espacio en el que detener ilegalmente a miles de personas, para cumplir las instrucciones del director del golpe, el general Emilio Mola, en las que dos meses antes del golpe anunciaba que «se tendrá en cuenta que la acción ha de ser en extremo violenta para reducir lo antes posible al enemigo».
Desde ese planteamiento, San Marcos se convirtió en el gran lugar de detención y aplicación de toda esa violencia, de un inmenso terror, que tenía como finalidad erradicar, rendir y controlar a quienes de una manera u otra habían apoyado al Frente Popular en las elecciones de febrero de ese año. El Campo de Concentración de San Marcos tenía varias funciones: retener a quienes podían organizarse para impedir el golpe de Estado; asesinar y hacer desaparecer a las personas que podían ser más activas en la oposición al golpe; reeducar a quienes deberían seguir siendo mano de obra pero con la conciencia destrozada, terriblemente resignada, incapaces de imaginar si quiera la posibilidad de que las fuerzas sublevadas pudieran ser derrotadas; y proyectar en su radio de acción la evidencia de que la violencia aplicada para cumplir el objetivo de edificar una dictadura carecía de límites, a la hora de asesinar, maltratar, ultrajar o hacer desaparecer a hombres y mujeres.
Las consecuencias de todo ese terror siguen entre nosotros y cuando se habla de la memoria causa conflictos porque se habla del 'presente del pasado'. La respuesta democrática a esa terrible experiencia no puede consistir en la ocultación, porque incrementa la injusticia contra las víctimas. Esa parece haber sido la estrategia de Paradores, porque en su página web la información histórica sobre San Marcos omite cualquier alusión al campo de concentración y apenas se diferencia su relato del ofrecido el 24 de julio de 1965, un día después de que el dictador lo inaugurase como hostal, en el periódico La Vanguardia, en el que tras afirmarse vagamente que «también fue un tiempo cárcel», se salta inmediatamente a la detención que padeció allí Francisco de Quevedo.
San Marcos se convirtió en el gran lugar de detención y aplicación de violencia, de un inmenso terror
La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) reclama a Paradores la instalación de un memorial que cuente qué ocurrió en ese lugar, quiénes eran las personas que sufrieron la represión en él y quiénes la causaron y con qué objetivos. Es la más pequeña reparación que se puede hacer para recordar a quienes sufrieron directamente la violencia sublevada y a sus familias, que han arrastrado terribles historias, muchas veces en silencio, sin encontrar un espacio en el que se plasme, visibilice y rechace todo ese dolor.
Al buzón de correo electrónico del manifiesto encabezado por Antonio Gamoneda 'Una puerta para la memoria', en el que se reclama la instalación del memorial, han llegado testimonios como el de María Aguado, nieta de Joaquín Aguado, preso en San Marcos, que explica cómo «cuando era pequeña me preguntaba por qué mi abuelo siempre comía tan poco y la misma comida todos los días, usando los mismos cubiertos que solamente podía utilizar él. Ahora que investigo trastornos de la alimentación entiendo que estos comportamientos eran la manifestación del trauma que le acompañó toda su vida. Repetía todos los días la experiencia de comer en la cárcel».
La primera respuesta de paradores a la petición de la ARMH se produjo en tuíter y consistió en una desafortunada enumeración de los diferentes usos que ha tenido el edificio a lo largo de su historia, como si todos ellos tuvieran el mismo significado y fueran equiparables. El manifiesto que reclama el memorial respondió a ese hecho explicando se trata de «un menosprecio a la memoria ética de la ciudadanía el intento de tratar como mero suceso episódico la utilización, tras el 18 de julio de 1936, del edificio que hoy es Hostal de San Marcos, instalando la tortura y el asesinato, mediasen o no las sacas del amanecer hacia otros lugares, de miles de demócratas españoles».
La ARMH reclama a Paradores la instalación de un memorial que cuente qué ocurrió en ese lugar
Pero ese deber ético no afecta sólo a Paradores. La ciudad de León tiene una deuda con ese pasado y el Ayuntamiento debería cruzar el umbral de esa puerta de la memoria y cumplir con ese imperativo democrático de recordar y reconocer de forma permanente a quienes tanto sufrieron por impedir el establecimiento de una dictadura y condenar a quienes utilizaron la violencia para impedir que se celebraran unas elecciones democráticas durante cuatro décadas.
También deben cruzar la puerta de la memoria los responsables de los programas educativos de la Junta. No se les puede negar, a quienes crecen y se forman en democracia, su derecho a conocer esa parte de su historia. El proyecto de esconder ese pasado, diseñado y establecido por quienes fueron responsables o se beneficiaron de la dictadura, no puede permanecer vigente desde ningún punto de vista democrático. La historia de San Marcos debe entrar en las aulas y tener páginas en los libros de texto. Todavía podemos conversar con ese pasado. Hay testimonios de muchos familiares que pueden relatar en primera persona lo que ocurrió en esos años. Hay hijos, nietos, nietas y bisnietas que buscan a sus seres queridos desaparecidos y su última pista les lleva a ese lugar. Familias que nunca han sido reparadas, que nunca han sido amparadas por la justicia y que tienen derecho a abrirle una puerta a la memoria y cerrársela al olvido.
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.