Cuando me enteré de que varios comercios más estaban heridos de muerte y a punto de desaparecer, fui consciente de que la pandemia y la crisis económica cambiarán para siempre las ciudades medianas y pequeñas como Valladolid, sin ir más lejos. No es necesario ... haber frecuentado una tienda concreta para sentirla como algo cercano, próximo, muy nuestro, incluso sin haberla visitado nunca. Por un malentendido pensé que otro de los que causarían 'baja' sería El Escudo, a tiro de piedra de la Plaza Mayor, y estuve acongojado hasta que logré hablar con sus dueños y me aseguraron que ni trincan, ni tienen pensando hacer tal cosa. Y lo hubiera lamentado porque raro es el día que paseando por la calle Lencería no haya mirado, casi siempre de reojo, su poblado escaparate de toreros, llaveros, tazas de recuerdo, esas bailarinas que se ponían encima de la tele de dos canales, abrebotellas, peluches y un sinfín de pequeñeces que seguramente nadie compraría por Amazon.

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Viendo el triste panorama que se cierne sobre nuestro comercio tradicional, me alivió saber que el huracán no ha podido con ese Don Quijote de tamaño natural que cuida la puerta de entrada, o aquellas tarjetas con frases tan redondas como ésta: 'Los abrazos son un gran regalo de talla única'. Desde aquí mando el mío a los dueños de ese Escudo céntrico, abigarrado y candoroso que ha decidido aguantar el tirón para que sigamos sonriendo.

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