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Seguro que se han preguntado muchas veces en este ultimo año lo que van a hacer el día en que recuperemos la normalidad tras la pandemia. ¿Cómo van a celebrar la libertad? ¿De qué manera vivirán tras un larguísimo periodo de restricciones? Quien más quien ... menos, tiene planes, sueños y anhelos para cuando llegue ese momento que recordaremos en nuestras vidas para siempre.
Coincido con Ricardo Martín de la Guardia, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Valladolid, cuando vaticina «una reacción inicial eufórica, similar a la que se vivió en la República Democrática Alemana tras las caída del Muro de Berlín o en gran parte de Europa tras el fin de la Primera Guerra Mundial». Quizá no nos demos cuenta, pero ese momento de normalidad recuperada se asimilará mucho a estos acontecimientos históricos. Dejar atrás la pandemia, la incertidumbre, el duelo colectivo y el dolor de tantos meses, tendrá un efecto balsámico sobre una sociedad apalizada psicológicamente que hace mucho que dejó de comportarse como siempre lo había hecho. Podremos volver a tocar, besar, abrazar, viajar, relacionarnos normalmente con familiares y amigos, recuperar aficiones, planificar unas vacaciones, olvidarnos de la mascarilla, el hidrogel y la distancia de seguridad. Volver a vivir, en suma.
Ya sabemos que todo esto no llegará de golpe, que serán precisas varias etapas, pero si la vacunación funciona, cada día será un paso adelante con respecto al anterior. La economia va a recuperarse vigorosamente y, aunque, desgraciada e intolerablemente, quedará mucha gente por el camino, se abrirá una nueva etapa que no hará sino incrementar la riqueza del país de manera paulatina. La sociedad retomará una voluntad general de volver a su habitualidad anterior y a disfrutar del día a día. Será posible hacer planes y cumplirlos. Recuperaremos, de nuevo, las riendas de nuestras vidas tras una etapa marcada por la incertidumbre y la angustia. Algunos expertos creen que se reeditará una nueva versión de los 'felices años veinte' del siglo pasado y que el derroche y el hedonismo lo impregnarán todo en un movimiento pendular de acción-reacción.
Los grandes traumas colectivos suelen superarse pronto y la memoria colectiva de las sociedades tiende a olvidar y a buscarse esperanzas para seguir viviendo. Es verdad que hace cien años la prosperidad fue saboreada únicamente por una elite y que después aparecieron los totalitarismos que abocaron el mundo a una Segunda Guerra, pero también lo es que las sociedades han aprendido del pasado y que también las circunstancias son muy diferentes. La humanidad vive proyectada hacia el futuro, aunque los traumas vividos en este tiempo aciago dejen huella, especialmente en aquellas personas que han sufrido la muerte de personas muy queridas o que han sido expulsadas para siempre del mercado laboral. Necesitamos imperiosamente recuperar la alegría y las ganas de vivir. Volver a ser como éramos y celebrar la vida cada día con una intensidad que la normalidad antes de la pandemia nos había impedido valorar. Ante nosotros se abre una nueva oportunidad. Todos hemos extraído aprendizajes profundos de esta experiencia desolada. Ojalá que nos haya servido para valorar mucho más lo que tenemos y para dotar a nuestras vidas de un nuevo y más profundo sentido. La ciencia nos ha traído las vacunas, con problemas y retrasos, pero es un hito incontrovertible que vamos a vencer al virus en un tiempo récord. Ahora nos corresponde a nosotros, a todos y cada uno, salir de nuevo a la vida recobrada siendo mejores personas y trabajando por un futuro esperanzador para todos. Ese es nuestro reto.
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