Ya nos hemos acostumbrado a las restricciones, así que una más, tampoco rebosa el vaso de la paciencia. Pasar de 50 a 30 kilómetros por hora en las ciudades es una medida que, por mucho que se vista de amigable y sostenible, ha despertado un ... gran malestar al volante y seguro que ha supuesto un buen puñado de multas en la jornada de estreno, y las que vendrán.
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El Ayuntamiento de Valladolid ha puesto todos los medios a su alcance para que el amigo conductor cumpla desde el minuto cero con la nueva limitación, y las promesas se cumplen. Por despiste o por la fuerza de la costumbre, ir a más de 30 ha obligado a algún que otro conductor urbano a desprenderse de unos cuantos euros.
Me quedo con el dato de que reducir la velocidad en las ciudades tendrá un efecto inmediato en la mortalidad de los atropellos. Hasta cinco veces menos. Pero, ¿por qué no limitarlo un poquito más?, o mejor aún, ¿por qué no dejar el coche en casa? Está clara la estrategia.
El automóvil ya no es bien recibido en las ciudades. Lo que a mí no me cuadra es que nos vendan la amabilidad de la limitación y a cambio se atrincheren los radares tras contenedores o vehículos particulares para cazar a los infractores.
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El afán recaudatorio salta a la vista y aquí se desvanece la cándida medida. «Tu enemigo es la velocidad», cantó Perlita de Huelva, pero no lo es tanto para quienes se van a lucrar con ella.
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