El 8M no debería existir, y esa sería la mayor felicidad. Se supone que las sociedades se construyen desde la igualdad pero la historia, tozuda, tiene desequilibrios insoportables. El Día Internacional de la Mujer refleja la lucha por su participación en la sociedad. Una bonita ... frase que se sustenta en hazañas individuales.
Hay miles, ciertamente, porque ir en contra de la corriente no es una acción diaria, ni exclusiva, es una persistencia en el tiempo sin descanso. La sociedad se ha levantado en medio de una una división por géneros que forman parte de mentes alimentadas por mentes propias de los picapiedra.
En esa silenciosa lucha siempre recuerdo a la leonesa Piedad Álvarez Rubio, la primera taxista de España. Ella estuvo al volante más de 40 años. Cuando lo suyo era imposible, en medio de un mundo con un único género, empezó en la profesión en los años 30. Allí estuvo, en el anonimato, hasta que en los años 60 una fotografía junto a su Seat 600 le otorgó una cierta popularidad. Para entonces llevaba tres décadas de silencioso trabajo. 'La Peñina', como era conocida en el gremio, era en realidad maestra –otra gesta– y tenía permiso de conducir desde el 6 de mayo de 1932 y no dejó el taxi hasta 1974. Durante todo ese tiempo se ganó la vida haciendo algo que, hasta entonces, no estaba concebido para una mujer.
En aquella vieja parada en la calle Legio VII, junto a la plaza de Las Palomas de León capital, la gente la saludaba, había quien la silbaba a modo de 'guiño conquistador' e incluso se tuvo que enfrentar a algún cliente que tras subirse al taxi se bajó del mismo al comprobar que la conductora era una mujer y no un hombre. Y pese a todo, nunca se rindió.
Su lucha contra el todo, contra el entorno, contra el costumbrismo, contra los machistas y contra una sociedad poco acostumbrada a los avances sociales, jamás le provocó desaliento. Incluso le daba igual que la marginación la llevara a que ni tan siquiera figurara su nombre en la lista oficial de taxistas de la ciudad. Era ignorada, y contra eso luchaba.
En el Proa, un periódico de la época, reconocía el esfuerzo personal por ejercer en un mundo creado para un género diferente al femenino: «Hacía mi trabajo y lo hacía bien. Nunca me rendí. Lo único que tuve fueron muchas averías. Pero, si surgen, yo misma las reparo si no son extremadamente de importancia, ya que en las gordas hay que llevar el automóvil al taller», decía.
La historia de 'La Peñina' solo es una historia, una más. Paralela, seguro, a la primera mujer que quiso ser diputada, empresaria, política, policía, militar o barrendera. La igualdad se construye en base a miles y miles de pequeñas historias. Historias anónimas en su mayoría, historias perdidas en el tiempo y que en no pocas ocasiones solo formaron parte del mundo interior de sus protagonistas. De ahí que llegado este punto queda la necesidad de celebrar el 8M, reconocer el esfuerzo de quienes pelean por la igualdad y anhelar el objetivo de que exista un día en el que no sea necesario inundar las calles para evidenciar lo obvio: el mundo es igual para todos.
Pero esta sociedad, tan singular, deja sobre la mesa cuestiones sorprendentes incluso en espacios tan básicos como el citado. Al menos en León, y no deja de asombrar, las plataformas feministas convocantes en esta jornada acudirán por separado a las convocatorias por la igualdad. La sociedad, ciertamente, no deja de sorprender. El 8M espera, y la cita es obligada.
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