Hoy se cumplen dos años de la disolución de ETA, que cesó en su actividad terrorista en octubre de 2011. El aniversario sirve a José Luis Rodríguez Zapatero, expresidente del Gobierno bajo cuyo mandato se gestó este final, a realizar una inédita reivindicación política sobre ... aquel proceso en una entrevista que ha concedido a El Diario Vasco. Acaba de ver 'La línea invisible', una serie sobre el origen de ETA que le ha dejado pensativo mientras corre en una cinta, confinado en su casa, una hora al día.
–¿Le ha gustado 'La línea invisible'?
–Mucho, y eso que suelo ser bastante reacio a determinadas series de fondo político.
–¿Por qué?
–Porque con mi larga experiencia política las veo con un ojo deformado. No ha sido el caso.
–Dos años de disolución de ETA. Mirando atrás, ¿qué reflexión hace de este tiempo?
–Me confirma que la política contribuyó al final del terrorismo, la política de altura y de verdad supone la defensa de los grandes acuerdos democráticos y de la convivencia, que el Estado democrático demostrara la superioridad moral, la superioridad política y la superioridad, incluso, de estar abierto a un diálogo, para escuchar y para convencer a quienes debían dejar de apoyar el horror de la violencia. Siempre he pensado que el origen de ETA fue político y que su final así lo fue también gracias a que contribuyó mucha gente, todos los demócratas que combatieron y resistieron, y todos los que fueron capaces y, desde un lado u otro, trabajaron en esa dirección.
–La derecha le acusó a usted de «traicionar a los muertos» por avalar la negociación con ETA.
–Se me ha olvidado. Siempre he deseado que un hecho tan importante en nuestra historia como fue el fin de ETA y del terror fuera un hecho compartido por todos los que de una u otra manera habían combatido y resistido. El reconocimiento a todos ellos, a los que contribuyeron al final. Estos días hemos perdido a José Mari Calleja, estamos a punto del primer aniversario de la muerte de Alfredo Pérez Rubalcaba, que jugó un papel fundamental con su inteligencia. No puedo dejar de citar a Eguiguren y a tantos... Y, ¿por qué no? A tantos que desde el mundo radical abertzale hicieron en los últimos años un tránsito hacia el reconocimiento de que la violencia no podía ser más que un recuerdo horrible y que el camino era otro.
–¿No tiene la sensación de que el socialismo español no ha sido políticamente capaz de capitalizar el final de la violencia por miedo a la presión de la derecha?
–La contención y la austeridad son actitudes meritorias y de cultura democrática republicana... El buen demócrata es normalmente incompatible con la acción de la propaganda o con la exaltación. La mejor democracia es aquella en la que no hay ni héroes ni mártires sino compromiso civil y responsable.
–¿Cree, como sostiene Aznar, que la clave vino con la ilegalización de Batasuna?
–La lucha para que la democracia se impusiera definitivamente fue larga. Estos años he reflexionado mucho al respecto y quizá necesitamos más tiempo para verlo en su verdadera dimensión, con una generación nueva que aporte menos conocimiento pero sí una relectura de lo que debe ser el recuerdo. Una revisión histórica que debe tener un objetivo claro: forjar convivencia y reconciliación, forjar comportamientos democráticos impecables. Una parte de la sociedad que la sufrió e, incluso, otra que la defendió deben llegar a un punto de encuentro en el que eso quede como un túnel en el que se vivió y que jamás se puede volver a repetir. Tiene que haber reconocimiento, cercanía y compasión con los que más sufrieron y, sin exigir un momento determinado, quienes de una u otra manera estaban situados en ese mundo que defendió la lucha armada y la violencia deberán dar más pasos en el reconocimiento, en la asunción del daño causado. Aunque parezca que han pasado muchos años, este horror duró 40 años y estos procesos necesitan su tiempo de sedimentación por parte de la sociedad. Afortunadamente, en todo el proceso posterior a la renuncia a la violencia se ha avanzado mucho, sobre todo en la sociedad vasca.
–¿Se están cerrando bien las heridas?
–Hay heridas que tardan mucho. Pero valorar cómo se vive ahora la convivencia social y civil en Euskadi y ese gran respaldo a la convivencia en paz y al respeto de todas las ideas es el mejor homenaje a quienes fueron víctimas.
–Muchas veces nos seguimos preguntando, ¿cómo pudo durar tanto?
–Solo tiene una explicación, que es la profundidad social de una construcción discursiva muy amplia. Si no, no hubiera podido durar tanto. Y una cosa que suele ocurrir en las organizaciones que practican el asesinato y es que superar esa 'inercia criminal' no es fácil, como demuestra la historia. A veces acaba confundiéndose el final con los medios y ese es el grandísimo problema con el que nos enfrentamos. Durante las tantísimas horas que dediqué a analizar las raíces del problema de la violencia, me di cuenta de que, cuando abrimos una puerta, quizá la más amplia que se abrió al diálogo en un periodo democrático, esa puerta abrió otras puertas que me enseñaron que en el fondo había más gente en la llamada base social que se estaba cuestionando la violencia.
–Imagino que esto lo corroboró con Arnaldo Otegi cuando se reunió con él en Txillarre, en septiembre de 2018. ¿Con qué Otegi se encontró?
–Saqué dos conclusiones de aquella cita. La primera, una vez más, la defensa apasionada del diálogo. Desde posiciones muy distintas fuimos capaces de tener un diálogo con nuestras discrepancias, con un repaso que nos debíamos a lo que había sido todo el proceso de diálogo, del diálogo conocido y el diálogo menos conocido. Y como segunda conclusión, que se acrecentó en ese diálogo, más allá de su trayectoria, lo que yo conocí fue una persona, un dirigente, que trabajó para que todo el proceso de final de la violencia llegara a buen puerto.
«El atentado de la T4 de la parte más radical de ETA aceleró a medio plazo el final del terrorismo porque removió actitudes»
«Quienes defendieron la lucha armada y la violencia deben dar más pasos en reconocer el daño causado»
–¿Siempre confió en Jesús Eguiguren?
–Siempre hay que confiar en una persona valiente que arriesga tanto a cambio de nada. El interés de Eguiguren no era más que poner fin a la violencia. Y alguien que se jugó por la paz tanto como se jugó, empezando por aquel diálogo con Otegi, no merece más que el respeto. Eguiguren es una persona a la que debemos mucho más de lo que le hemos reconocido hasta ahora.
–Con el tremendo mazazo del atentado de la T4...
–Sí, fue un momento muy duro. Primero, porque hubo dos víctimas, los dos jóvenes ecuatorianos... Segundo, porque ponía el proceso de diálogo en una posición casi imposible. Ahora bien, este análisis llevaría su tiempo, pero aquel atentado de la parte más radical de ETA removió muchas actitudes y a medio plazo aceleró en cierta medida el final.
–Luego vino el asesinato de Isaías Carrasco, que se interpretó como una especie de venganza de 'Thierry'...
–Durísimo, recuerdo los asesinatos que viví como presidente, recuerdo la casa de Isaías, recuerdo el momento en el que me lo dijeron, recuerdo el dolor, recuerdo el silencio de la gente del pueblo... Son esas vivencias imborrables. Y tan innecesarias, lo más duro de la vida es el dolor innecesario.
–Dos años después de la disolución formal de ETA, ¿esto ya no volverá jamás?
–Mi opinión es que no.
–¿En materia de presos qué queda por hacer?
–Quizá no sea el momento de plantearlo, pero siempre he sido partidario de promover todas las medidas que impliquen afianzar los grandes valores de la reconciliación y de la convivencia.
«Momento dificilísimo»
–¿Cómo le ve al presidente Sánchez gestionando la crisis del coronavirus?
–El primer sentimiento que surge es de solidaridad porque es un momento dificilísimo. Le veo con serenidad y liderazgo.
–¿Y a la oposición?
–La oposición arrastra un desestimiento de ser alternativa en los últimos dos años. Este debería ser el momento en el que debería pasar de ser oposición a ser alternativa. Espero que en algún momento Casado tenga esa actitud. Estoy a la espera.
–A usted le tocó la crisis del 2008, bien distinta...
–Esta crisis es más grave, es más dolorosa, porque va acompañada de un drama para la vida y para las familias y tendrá unas consecuencias económicas que probablemente se parezcan a las de 2008, aunque es verdad que hay una diferencia en positivo y es que la Unión Europea está reaccionando ahora mucho mejor. Hasta ahora las decisiones son mejores claramente. Una es la actitud del Banco Central Europeo, que desde el primer momento ha garantizado liquidez. Y, en segundo lugar, aunque falta por concretarlos, los planes avanzados van a poner encima de la mesa recursos de la Unión con un espíritu de solidaridad más nítido que la que fue su actitud en 2008, 2009, 2010 y 2011, hasta que, en 2012, Mario Draghi tomó una decisión para afrontar la crisis financiera. Sin duda, en mi opinión, la lección se ha aprendido, aunque quizá no en toda su dimensión.
«La corresponsabilidad y compromiso de Unidas Podemos en el Gobierno me parece que son intachables»
«Nadie va a abdicar de sus discursos máximos. No hay más alternativa que dialogar e ir a programas sensatos y concertados»
–¿Usted vería bien un acuerdo presupuestario del Gobierno con Ciudadanos?
–En estos momentos la agenda presupuestaria me resulta lejana. Estamos en un momento muy excepcional y lo que hay que hacer es reforzar conjuntamente nuestro sistema de salud, la industria nacional ligada a la salud, afrontar el problema de las residencias y adoptar unas medidas económicas que han sido audaces, extensas y socialmente muy comprometidas. Y hasta ahora no he visto alternativas de suficiente calado por parte de la oposición.
–¿Qué nota le pone a la presencia de Pablo Iglesias y Unidas Podemos en el Gobierno de coalición?
–Me parece que el Gobierno ha afrontado la situación más difícil desde la Transición democrática y su corresponsabilidad en el Ejecutivo y su compromiso social están siendo absolutamente intachables.
–El Covid-19 ha desplazado el conflicto catalán del eje del debate. ¿Sigue creyendo en una vía de diálogo?
–Siempre he defendido que la única alternativa es el diálogo; diálogo antes, después y siempre, aun en los peores momentos. Solo una política de acercamiento nos producirá una recuperación del entendimiento y de la racionalidad institucional.
–¿Pero en la medida en que el independentismo pone en el centro el derecho de autodeterminación, ve realmente posible el acuerdo?
–Nadie va a abdicar de sus programas máximos en sus discursos, pero la política tiene como gran virtud que en un diálogo o negociación se tienen que abandonar los programas máximos para ir a los programas viables, sensatos y concertados. Los mejores productos políticos de la historia son fruto del acuerdo.
–¿La crisis del coronavirus está debilitando o desgastando al Estado autonómico?
–Sinceramente no veo un riesgo de retroceso más allá de que se pone en evidencia la necesidad de la vertiente cooperativa, en especial en una coyuntura tan extrema. Es un buen ejercicio la intensificación de las conferencias de presidentes que puse en marcha en su día.