Vox trata de realzar el vuelo tras seis meses de noqueo por el fiasco en las andaluzas

El ambiente en la Cámara baja desde un tiempo a esta parte se ha convertido en irrespirable y parte de los grupos que conforman el arco parlamentario han colocado en el centro de la diana a la que actualmente es la tercera fuerza, cuyos miembros han elevado la voz –tanto en el tono como en las formas– respecto a los meses anteriores. Lo han hecho aprovechando la controversia generada a raíz de las últimas reformas legales promovidas por el Gobierno para derogar el delito de sedición, reformar la malversación o la elección en el Poder Judicial –las cuales han sido paralizadas por el Tribunal Constitucional a raíz de un recurso de amparo del PP–.

Cuando Pedro Sánchez anunció su intención de hacer desaparecer del Código Penal el delito por el que fueron condenados los líderes independentistas del 'procés', hace ya dos meses y medio, los de Abascal se lanzaron a la calle y organizaron manifestaciones en Barcelona y Madrid para protestar contra el «Gobierno de la ruina, la inseguridad y la traición». A la de la capital catalana, que se celebró en primer lugar, acudieron cerca de 300 personas, mientras que la celebrada en la capital desbordó las expectativas y congregó alrededor de 25.000 simpatizantes.

La otra medida de presión que entonces pusieron encima de la mesa desde la formación de extrema derecha fue la moción de censura. Tras instar primero al PP y Alberto Núñez Feijoo a presentarla ellos mismos –no querían reeditar el fiasco que supuso la que presentaron en octubre de 2020–, los de Abascal anunciaron finalmente hace tres semanas que serán ellos quienes presenten formalmente dicha moción, aunque aún sin concretar el día y con la condición de que el candidato no sea su líder.

Y este mismo viernes efectuó un movimiento inédito: denunciar a Sánchez y algunos de sus ministros ante el Supremo por «conspiración para delinquir». Lo han hecho a raíz de que el Constitucional paralizase la tramitación de la reforma legal del Ejecutivo y que tras las fuertes críticas de los miembros de este contra los miembros del sector conservador del tribunal. Vox también se había sumado al PP y había presentado un recurso de amparo contra la reforma del Ejecutivo que el TC debe aún resolver.

La moción de censura y la batalla en el Supremo contra Sánchez se suma a los episodios que los de Abascal han protagonizado en la Cámara baja durante los últimos meses: el pasado 24 de noviembre la diputada Carla Toscano encendía la mecha asegurando que el único mérito que atesoraba la ministra de Igualdad, Irene Montero, era «haber estudiado en profundidad a Pablo Iglesias». Y tan solo una semana más tarde el vicepresidente segundo de la Cámara, Alfonso Rodríguez de Celís, amonestaba y retiraba la palabra a la diputada Patricia Rueda por llamar «filoetarra» al presidente del Gobierno. A modo de protesta, los diputados de Vox abandonaron el hemiciclo y denunciaron «el asalto del Gobierno a todas las instituciones».

Otra de las acciones con las que la formación ha marcado distancia respecto del resto de grupos pasó por ausentarse el pasado 6 de diciembre en el Congreso del acto conmemorativo por el 44 aniversario de la Constitución. «Es una burla, una farsa», aseguraron los de Abascal, quienes también se han ausentado de alguna otra votación en el hemiciclo como la que dio luz verde a la supresión de la sedición.

El fiasco electoral que sufrió Vox en las elecciones andaluzas y la marcha de la que fuese candidata a esos comicios, Macarena Olona, constituyeron el preludio de una ausencia de los de Abascal en la primera línea de batalla que se ha prolongado casi seis meses. La atención mediática la han acaparado en este tiempo, sobre todo, PP y PSOE por su enfrentamiento a costa de la fallida renovación del Consejo General del Poder Judicial y las consecuencias que ello ha derivado.