Las circunstancias –y la imposibilidad del president Pere Aragonès de sacar adelante sus últimos Presupuestos de la legislatura– harán que en apenas tres meses, el lapso que va del pasado 18 de febrero al 12 de mayo, las tres comunidades históricas y periféricas con un ... arraigado nacionalismo pasen por las urnas redefiniendo su propio mapa político y proyectándolo sobre el conjunto del Estado. Si en Galicia ya se sabe lo que ocurrió –una victoria del PP que afianzó a Alberto Núñez Feijóo a los mandos de su partido, mientras el BNG consumaba el trasvase de nutridos bancos de votantes de la izquierda de adscripción española a los caladeros del galleguismo soberanista–, en las elecciones vascas cuya campaña echará a volar este jueves a medianoche las incógnitas se resumen en tres: quién se impondrá en el pulso sin cuartel entre el PNV y EH Bildu, cuánto espacio dejarán a los demás y si la coalición de los peneuvistas con el PSE les permitirá seguir gobernando con mayoría absoluta. Cataluña se asoma a una aguda incertidumbre, de hacer caso a las encuestas, con los socialistas y el PP al alza y Junts y ERC con dificultades para sumar por su paulatina erosión.
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Este es, a grandes rasgos, el puzle electoral por completar que reconfigurará el Estado de las Autonomías por su flanco más conflictivo para la integridad territorial del país, un tablero que medirá la resistencia de la legislatura de Pedro Sánchez a la espera de la batalla nacional de las europeas de junio. Tras el batacazo en las gallegas del 18 de febrero, en las que el voto contra el PP se aglutinó en torno al BNG y sin que esa decantación sirviera para desbancar a Alfonso Rueda, el PSOE se juega en el País Vasco el aguante del PSE y en Cataluña, plaza capital, el triunfo de Salvador Illa, aunque pueda quedarse sin gobernar, para no terminar de quemarse en la hoguera de la ley de amnistía y el resto de concesiones a los independentistas sobre las que Sánchez sostiene su tercer mandato; un riesgo evidente si a Carles Puigdemont le dan los números y la medida de gracia para volver a ser president tras su fuga en 2017.
La doble paradoja del escenario es, primero, que nunca como en este período que abrieron las generales del 23 de julio el soberanismo en bloque –el catalán, el vasco y, en menor escala, el gallego– habían condicionado de forma tan acusada la gobernabilidad de España, mientras la pulsión independentista en Cataluña y en Euskadi se encuentra en mínimos comparativos de la última década, pespunteada por dos hechos tan relevantes como el 'procés' y la disolución de ETA; y segundo, que el anticipo electoral catalán, cuando la amnistía continúa aún su tramitación (ahora en el Senado), ha reverdecido las demandas de un referéndum de autodeterminación por parte de Puigdemont y Aragonès cuando los primeros sondeos les vaticinan, en feroz competencia uno contra otro, una contracción en sus respectivas expectativas en las urnas. El contrasentido lo corona que el PNV y EH Bildu, inmersos en un duelo igualmente acerado que va agotando, elección tras elección, el oxígeno disponible para el resto y erigidos en los dos socios más confiables para Sánchez, batallan en el terreno de lo social tras el destrozo de décadas de terrorismo etarra, el tensionamiento en torno al 'plan Ibarretxe' y la convulsión del 'procés' catalán.
Las dos familias del nacionalismo en Euskadi celebrarán este domingo un Aberri Eguna, el Día de la Patria vasca, de 'ni contigo ni sin ti', en el que los de Andoni Ortuzar y los de Arnaldo Otegi lanzarán la campaña retándose en las autonómicas que se pronostican más ajustadas en años, al tiempo que compartirán la identificación de Euskadi como nación con derecho a ser soberana. Con ambos copando ya el 70% de los 75 escaños del Parlamento de Vitoria y captando voto más allá de su perímetro natural –algo de lo que el PNV había hecho costumbre hasta que la izquierda abertzale se ha redescubierto a sí misma siendo capaz también de ensanchar su base electoral–, la Euskadi que dictará sentencia en las urnas dentro de tres semanas tiene aplacado el ánimo independentista. Así lo constata el Sociómetro de este marzo del Gobierno autonómico, que limita al 43% de los encuestados a quienes se sienten solo vascos o más vascos que españoles.
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«No tenemos ansiedad ni excesiva prisa», ha aseverado Otegi esta semana para justificar el giro táctico de su partido, que, sin dejar de agitar la bandera de la aspiración secesionista, prioriza intentar el 21 de abril el hito que supondría el sorpaso al PNV. Y eso pasa hoy, 12 años y medio después del cese de los atentados etarras saldados con 853 asesinados en nombre de la independencia y con apenas ya 140 presos encarcelados, por rebatir a los peneuvistas en la gestión sanitaria, educativa o de la Policía.
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