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Este miércoles, Pedro Sánchez se sumergió en los corrillos de la tradicional copa de Navidad en La Moncloa armado con el ranking del semanario británico The Economist, que identificaba esa mañana a la española como la economía global con mejor desempeño en 2024, y ... con una respuesta, entre irónica y desafiante, a la pregunta sobre el futuro de su tercer y convulso mandato: «¿Tú me ves con cara de adelantar las elecciones?». Orillando el último órdago de Carles Puigdemont, quien abrió la semana exigiéndole que se someta a una cuestión de confianza, y la apelación que le acababa de lanzar Míriam Nogueras en el Congreso para que «mueva el culo», con la negociación de los Presupuestos sin ni siquiera haber empezado, el presidente se mostró convencido de que sigue sin tener alternativa viable. Que el eventual acercamiento PP-Junts no es tal porque va «en detrimento» de los independentistas en el tablero catalán y porque le abre dos frentes, interno y externo con Vox, a Alberto Núñez Feijóo.
Pero si la recurrente apelación a lo que Podemos denomina «el malmenorismo» –sostener al Gobierno porque vienen las derechas– lleva tiempo ya consumiento su crédito entre los socios de la investidura, Junts se afana en jugar, como ahora los morados, en su propia liga. La de sus siete decisivos escaños erigidos por Puigdemont en la encarnación de «los intereses de Cataluña» y en el ariete que hace creíble la amenaza de abandonar a su suerte a un Sánchez al que el expresident, en el consejo nacional de su partido celebrado este sábado en Tarragona a las pocas horas de que volviera a reunirse con el PSOE en Suiza, definió como «un incumplidor permanente». Y al que mantuvo el pulso con una nítida advertencia: «Así no podemos seguir».
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Ni Junts ni el PP están hoy por forjar, como bien descarta el líder socialista, la alianza de profundo calado político que supondría articular conjuntamente una moción de censura. Pero los secesionistas sí que lo están por apretarle tanto la soga como para que el desenlace final sea o la cesión a lo que piden o el agotamiento, por inanición, de la legislatura; la misma aspiración que albergan ahora los populares, persuadidos de que el desgaste del jefe del Ejecutivo por las crecientes exigencias de sus aliados y por el martillo pilón de las causas por corrupción les aconseja –describen fuentes de Génova– conducirse «sin ansiedad, sin prisas, sin excentricidades y sin hiperbolizar» la labor de oposición.
La cita mensual del viernes en Ginebra entre el triunvirato Puigdemont-Nogueras-Turull y los socialistas Santos Cerdán y Juan Francisco Serrano fue mal, confirman a este periódico en Junts. Tan mal como para que el fracaso se tradujera en una intervención del expresidente catalán ante los suyos, reunidos en la localidad tarraconense de Vilaseca, en la que incentivó su ultimátum con ese «así no podemos seguir» 13 meses después de que su partido sellara en Bruselas el pacto con el PSOE, con la ley de amnistía en el frontispicio, que propició la continuidad de Sánchez en La Moncloa. Tan mal como para que llamara a sus cargos y militantes a estar «preparados» para cualquier eventualidad y para «asumir el coste» de las decisiones que la formación deberá tomar en las próximas semanas si el líder socialistas persiste en lo que Junts interpreta como incumplimientos. «No vamos de farol», había incidido previamente Jordi Turull.
Los junteros constatan que fue mal y su líder llama a estar listos para la ruptura con los socialistas
Si el presidente no acepta la cuestión de confianza, los secesionistas apuntan a un «no» a los Presupuestos
Génova se autoaconseja actuar «sin ansiedad, sin prisas, sin excentricidades y sin hiperbolizar»
Es decir, los independentistas trabajan ya con la posibilidad de romper con el Ejecutivo aun cuando rechacen, al tiempo, transformar sus coincidencias con el PP en asuntos socioeconómicos –la última, este martes, con la enmienda consensuada para suprimir el impuesto del 7% a la producción eléctrica– en el impulso a una moción de censura. «No podemos seguir muchos meses más así. Si Sánchez continúa jugando a la ruleta rusa, la legislatura no va a durar cuatro años», constataban en el entorno de Puigdemont ya el viernes, antes de que se destapara el nuevo encuentro en Suiza con el PSOE. Un supuesto, el de que este cuatrienio muera antes de tiempo, que pasaría, hoy y llegado el caso, por que el presidente se viera tan arrinconado como para que tuviera que hacer lo que dice que no hará: adelantar las elecciones.
La cita programada cada mes en suelo helvético con mediación internacional se ha terminado convirtiendo en una suerte de apagafuegos con el que el PSOE intenta aplacar los sucesivos envites de los independentistas. Pero las últimas reuniones no han servido para templar los ánimos; baste consignar que los junteros siguen sin aprobar el techo de gasto, la antesala de la carpeta de los Presupuestos que dan aún por cerrada. En su discurso ante los suyos en Tarragona, Puigdemont no citó su último órdago como tal, la exigencia a Sánchez de que se someta a una cuestión de confianza. Pero los medios consultados sostienen que sigue sin haber acuerdo, lo que aboca, salvo giro, a frenar este martes en la Mesa del Congreso la proposición no de ley con la que los junteros pretenden escenificar el debate en la Cámata baja, aunque su iniciativa no sea vinculante y materializarla competa, en exclusiva, al presidente. Pero Junts ya anticipa que ese veto tendrá «consecuencias», lo que desde dentro se traduce en que no habrá Presupuestos sin esta concesión que se suma a otras.
Puigdemont, que el lunes recibirá en Waterloo al líder de UGT y el mismo martes será entrevistado en TV3, resucitó ayer su discurso más soberanista al incidir en que su guía es la ambición secesionista. Fue el envoltorio para las demandas que viene lanzando a Sánchez: que repruebe al Supremo por no amnistiarlo; que consiga hacer efectiva en la UE la oficialidad del catalán; o que ejecute el pacto suscrito en enero para que Cataluña asuma la gestión «integral» de la inmigración, acuerdo del que el Gobierno no hace la misma lectura. En la copa navideña de hace un año, Sánchez confirmó su intención de reunirse con Puigdemont. Ese encuentro, que se sepa, no se ha producido y «no está en la agenda» por ahora, según dijo el presidente en el cóctel del miércoles.
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