La suerte quiso que entre un derrumbe y otro algunos vecinos pudieran salir y ponerse a salvo. Encaramados a la valla, esperando a los bomberos, vieron pedir ayuda a uno de los supervivientes. Eran las ocho de la tarde y, por suerte, la mayoría de los apartamentos estaban vacios. Una decena de familias han tenido que ser realojadas en hoteles de la zona.
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