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La ausencia de España en la reapertura de la catedral de Notre Dame, cinco años después del incendio que devoró su estructura, es oficialmente para el Gobierno un tema sin importancia. «Polémica estéril» llegó a calificarla este martes la portavoz del Ejecutivo, Pilar ... Alegría, en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros. Para el jefe de la diplomacia española, José Manuel Albares, sin embargo, es algo más. Fuentes gubernamentales admitieron este martes su enfado por no haber sido informados, aseguran, ni de las invitaciones que habían sido cursadas tanto a los Reyes como al ministro de Cultura, Ernest Urtasun, ni de la decisión de declinarlas.
A la celebración de París acudieron el sábado numerosos jefes de Estado y de Gobierno, entre ellos, el presidente electo de los Estados Unidos, Donald Trump; la primera dama saliente, Jill Biden; el príncipe Guillermo; la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, o el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski. La falta de representación española provocó un desconcierto que, este lunes, el ministro Urtasun, despachó con un «nosotros no coordinamos la presencia internacional de los Reyes y del Gobierno».
Las citadas fuentes gubernamentales replicaron airadas que difícilmente se puede coordinar algo de lo que no se ha sido informado. Pero no solo cargaron la responsabilidad en el ministro de Sumar, que rechazó la invitación por asuntos «familiares» y acudió en su lugar a una función de circo en Madrid. También lo hicieron en la Casa Real, con cuyo jefe, Camilo Villarino, se han producido ya algunos desencuentros desde que el pasado enero tomó posesión del cargo en sustitución de Jaime Alfonsín.
Albares, que acompaña a los Reyes en la primera parte de su visita de Estado a Italia –aunque se descolgará de la segunda y no acudirá a Nápoles, para poder asistir el jueves en Berlín a la reunión del G5+, el grupo de apoyo a Ucrania formado por España, Alemania, Francia, Italia, Polonia y Reino Unido– tuvo ocasión de hablar ayer del asunto en el avión oficial de Roma. Y según publicaron los medios que acompañan a don Felipe y doña Leticia y confirmaron en Zarzuela, el asunto se dio por zanjado.
Villarino asumió su responsabilidad por la decisión de no asistir a un evento que habría obligado al monarca a estar fuera 24 horas y habría trastocado los preparativos del viaje a Italia. Para evitar nuevos malentendidos la Casa del Rey se compromete a informar a Exteriores de los viajes del Jefe del Estado salvo cuando sean extrictamente privado.
Con esto se da por zanjado un enfado que, en todo caso, había transcurrido entre bambalinas. El jefe de la diplomacia no llegó a pronunciarse públicamente sobre la cuestión. A pesar de que este martes compareció junto a Alegría y los ministros de Industria y Transformación Digital, Jordi Hereu y Óscar López, en el Palacio Moncloa para rendir cuentas de lo abordado en el Consejo de Ministros, la portavoz del Ejecutivo evitó cederle la palabra para que pudiera responder a una pregunta que le había sido dirigida de manera expresa al ser él el ministro competente.
En un intento claro de aplacar la controversia, Alegría pidió «quitar hierro» a lo que tildó de «polémica artificial» y aunque se lavó las manos recordando que las invitaciones fueron «nominales e intransferibles» también alegó que «las no asistencias por cuestiones de agenda se entienden».
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