Cerca de 10.000 marroquíes, muchos de ellos menores, entraron irregularmente en Ceuta el 17 de mayo cruzando la valla o bordeando a nado los espigones marítimos fronterizos del Tarajal y Benzú. La oleada migratoria se produjo ante la pasividad de las fuerzas de seguridad de Marruecos, que no quisieron contener la salida de esas personas. El detonante de la invasión fue el traslado a España, un mes antes y con identidad falsa, del líder del Frente Polisario, Brahim Gali, a un hospital de Logroño para tratarse de la covid-19. Su llegada se ocultó a las autoridades alauitas, lo que abrió una crisis diplomática aún sin cerrar. Con el trasfondo del Sáhara Occidental, el Gobierno español se enfrentó al desafío con mensajes de firmeza y trató de atemperar ánimos mediante la diplomacia. Al fin, Marruecos aceptó la devolución de sus nacionales.
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