Rodrigo Rato sale de su oficina de Madrid acompañado de agentes de Plicía en abril de 2015. REUTERS

Editorial: Patología del poder

Rodrigo Rato entrará en prisión como símbolo de una etapa de vergüenza, en la que el éxito político era percibido por muchos como una invitación a lucrarse

El Norte

Valladolid

Jueves, 4 de octubre 2018, 08:07

El Tribunal Supremo ha ratificado la condena de cuatro años y medio de cárcel dictada por la Audiencia Nacional contra Rodrigo Rato durante su presidencia al frente de Caja Madrid-Bankia, entre febrero de 2010 y mayo de 2012. La sentencia implica su ingreso ... en prisión en el momento en que así lo decida la Audiencia Nacional. El Supremo ratificó también la culpabilidad de otras 63 personas que, junto al predecesor y ya fallecido Miguel Blesa, se beneficiaron de un sistema de remuneraciones fuera de control y opaco al fisco. Sistema que contó con la interesada connivencia de los partidos, los sindicatos y las organizaciones empresariales representadas en el órgano de gobierno de la caja. Rato heredó una ilicitud convertida en costumbre y la amplió en cuanto a la dotación de fondos y al número de beneficiarios. Él hizo uso personal de la 'tarjeta black' por un valor total de 99.054, cuando sus ingresos como presidente de la entidad rondaban los 2 millones al año. Lo hizo siendo plenamente consciente de su irregularidad y, con toda probabilidad, como mecanismo para asegurarse la anuencia hacia su gestión de los demás consejeros y directivos condenados. Rato no fue uno más en el banquillo de los acusados por las tarjetas opacas de Caja Madrid-Bankia. Fue el más significado de ellos, porque su anterior relevancia política -en el Gobierno español y en la dirección del FMI- confirmó que la corrupción interpelaba a las más altas esferas de poder. Hoy resulta esclarecedor recordar que Rodrigo Rato fue la opción impuesta por Mariano Rajoy para impedir que Ignacio González se hiciera con la presidencia de Caja Madrid de la mano de Esperanza Aguirre. Su caso advierte de que la codicia forma parte de la condición humana, cual si se tratara de un apetito insaciable. Pero las 'black' no fueron una mera concurrencia de actitudes personales deshonestas, sino una consecuencia más de un poder que se creyó tan omnímodo como impune. El transcurso del tiempo ha venido a demostrar hasta qué punto no hubo disposición alguna para controlar o establecer pautas de conducta irreprochables. Rato ingresará en prisión como condenado por un delito que escandalizó al país debido a tan continuada desfachatez. Pero tiene pendientes otros procesos que resultan aun más agraviantes para la ciudadanía, como la acusación de haber falseado las cuentas de la Caja madrileña para salir a Bolsa.

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May resiste

Theresa May ha superado con cierta soltura el congreso del Partido Conservador. En él ha tenido que plantar cara al ala dura, que prefiere un 'brexit' sin paños calientes; a Boris Johnson, que aspira a derrocarla, y a la propia UE. Una cita en la que quedó de manifiesto que Bruselas no va a permitir un acuerdo 'a la carta' en el que el Reino Unido disfrute de todas las ventajas de romper con la UE sin sufrir ningún inconveniente. El plan Chequers, que resume la posición británica, no resuelve la dificultad de aceptar la libertad aduanera sin admitir la libre circulación de personas, ni zanja el espinoso asunto de la frontera física con Irlanda. La confianza de la primera ministra en que la UE terminará por ceder a última hora no pasa de ser voluntarista. Queda mucho por negociar hasta el 29 de marzo, límite para mantener el vínculo según los Tratados. May no ha atado aún todos los cabos y está por ver si su propio partido resistirá las concesiones que Londres deberá efectuar para un acuerdo de mínimos.

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