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Amnistía, corrupción... la legislatura se enfanga en vísperas de tres citas electorales –vascas, catalanas y europeas– y dos comisiones de investigación en marcha relacionadas con el 'caso Koldo'. Instalados en un clima de crispación en el que cada debate parlamentario sube un tono ... más la escalada verbal entre Gobierno y oposición, los partidos son conscientes de la espiral de desafección que este ruido genera alejando a los ciudadanos del hemiciclo. Así lo constatan en sendas entrevistas con este periódico dos voces experimentadas y con dilatadas carreras como las de la exministra del PP y exvicepresidenta del Congreso Celia Villalobos, ya retirada de la primera línea, y el filósofo y expresidente socialista del Senado Manuel Cruz, aún en su escaño. Ambos discrepan a la hora de calibrar si el volumen de las acusaciones que han cruzado sus partidos alcanza o supera el máximo grado de polarización que han conocido y difieren, también, sobre el grado de responsabilidad. Pero los dos apelan al «sentido común», la «racionalidad» y el «diálogo» para reconducir el incendio en las Cortes.
Pesimista sobre el ambiente político y mordaz siempre, la que fuera diputada del PP durante 33 años y vicepresidenta del Congreso en la X legislatura, Celia Villalobos (Benalmádena, Málaga, 1949) apunta al jefe del Ejecutivo, Pedro Sánchez, como principal responsable de la crispación e insta a la hoy máxima responsable de la Cámara baja, la socialista Francina Armengol, a ejercer su papel para «devolver el sentido común» a las Cortes.
–¿Echa de menos el Congreso?
–¿Este Congreso? No, no me gusta nada.
–¿Cómo ve los toros desde la barrera?
–Con más tranquilidad y bastante preocupación. Nunca he visto a un presidente del Gobierno amenazar al líder de la oposición con que puede tener información que utilizar contra él.
–¿Qué diferencia esta legislatura?
–Hemos pasado momentos duros, desde la guerra de Irak, el 'ni Flick, ni Flock' de Felipe González (en alusión al primer caso de corrupción que interpeló a los socialistas) a una situación que parece más de barrio que del Congreso. No he visto a González cuando Filesa amenazar a nadie, ni a él ni a sus ministros. Tampoco a Mariano Rajoy o a José Luis Rodríguez Zapatero. Jamás he visto a un miembro del Gobierno bajar al barro como lo está haciendo Sánchez.
–¿Cuál es su recuerdo más duro en sede parlamentaria?
–Cuando la guerra de Irak me llamaron asesina. Pero no el presidente del Gobierno ni un ministro, algún diputado. ¿Qué haces ahí? Tienes que ser templado.
–¿Cómo se recondujo aquella crispación?
–Con un presidente del Congreso que lo hizo muy bien y dos partidos dispuestos a que la situación se calmara.
–¿Es este el peor momento de polarización de la democracia?
–Nunca se había abandonado una cierta proximidad entre el PP y el PSOE para alcanzar consensos en los grandes temas. Y hemos llegado a un enfrentamiento donde ya se nombra a los hermanos, a los hijos... y donde se amenaza en las instituciones del Estado. Y además en un lenguaje duro, burdo. Los que llevan mucho tiempo en democracia saben que este no es el camino.
–El PP también ha entrado en ese juego
– En este momento todo el mundo está liado en esa historia. Pero el papel del Gobierno nunca es amenazar a los contrarios. Una cosa es un diputado de tercera fila. Pero un ministro o una vicepresidenta tienen que tener la suficiente tranquilidad y capacidad de controlar su ira para no hacer espectáculo de esta naturaleza.
– He visto a muchos presidentes del Congreso en momentos muy complicados y es la primera vez que veo a una presidenta inhibirse como si no estuviera ahí sentada. Es su papel intentar llevar el sentido común. No sé si es que a Armengol le gusta el Parlamento así o cumple órdenes.
Manuel Cruz (Barcelona, 1951) recuerda que en su breve etapa como presidente del Senado en la XIII legislatura hubo 'fair play', pero achaca a la oposición el tono del debate actual y carga parte de la responsabilidad en las redes y los medios de comunicación que, a su juicio, han fragmentado el espacio comunicativo.
–¿En qué se diferencia este Senado del que usted presidió?
–La mayoría en ambas Cámaras no coincide y el PP está aprovechando su mayoría para cambiar la dinámica e imponer el guion.
–¿Hacen los populares un uso partidista de la Cámara alta?
–Creo que sí. El cambio en el Reglamento para que se pueda demorar la tramitación de la ley de amnistía es un ejemplo.
–¿Es este el momento de mayor crispación que ha afrontado como senador?
–Esta legislatura me recuerda a la del 1993-96. Ahora, como entonces, la oposición creía tener la victoria en la punta de los dedos y la expectativa se torció. La decepción del PP fue tan grande que Ruiz Gallardón y Arenas salieron a hablar de «pucherazo» y fue Aznar quien abortó aquella reacción. Después vino una legislatura de una tensión insoportable, como lo fue la primera de Zapatero. Es un hecho que los momentos de máxima crispación coinciden con el PP en la oposición. Pero creo que responder a la crispación en clave exclusivamente partidista no es salir de la crispación todavía.
–¿Cómo se llega hasta aquí?
–En parte se ha repetido lo que ya pasó con el PP en la oposición. Pero la irrupción de nuevas formaciones ha cambiado los términos de la conversación pública y la radicalización de hoy tiene que ver con la agenda que ha introducido Vox. También pienso en los partidos nacionalistas catalanes, que han pasado de cumplir un papel bisagra y se han convertido al independentismo, desinteresándose de la gobernabilidad del Estado. Ese factor de inestabilidad en la política nacional, aprovechada de manera torticera, es munición para la crispación.
–¿A quién responsabiliza entonces?
–No todos lo somos en igual proporción. Es parte del que emite un mensaje, pero también del que lo difunde.
–¿Hay vueltas atrás?
–Pensar que alguien puede ganar embarrando es pan para hoy y hambre para mañana. Los cargos públicos han de ser capaces de apostar por una política argumentativa en la que el diálogo tenga sentido y dé cabida a una política en la que uno no sea un desdoro.
–¿Es el Parlamento el lugar para dirimir casos de corrupción que puedan involucrar a familiares de políticos?
–Si no han tenido la menor intervención, introducirlos en el debate es alimentar la crispación y enrarecer el ambiente.
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