El rey Felipe VI en su visita a las zonas afectadas por la DANA. Efe
Opinión

Salvar al pueblo

Entre líneas ·

Mazón es ya un lastre para el PP pero, más allá del desgaste de todos los gobernantes, la gestión de la catástrofe pone a prueba la confianza en el sistema

Alberto Surio

San Sebastián

Domingo, 10 de noviembre 2024, 00:04

La catástrofe de Valencia ha dado una fortísima sacudida a la recta final de este 2024. El enorme drama humano, con cientos de muertos y desaparecidos, y el brutal impacto económico ha sido un verdadero terremoto social, que tendrá consecuencias y que supone un gope ... traumático en la vida de este país. La indignación social por el retraso en las alarmas y en las tareas de reconstrucción precipitaron el pasado domingo unas imágenes inéditas. La visita de las autoridades -los Reyes, con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el president del Govern, Carlos Mazón- suponen un aviso a navegantes plagado de interrogantes. Los Reyes han salido airosos de la prueba y han exhibido un temple y una actitud encomiables, aunque otra cuestión es si esa visita, con ese nivel de exasperación social, debía haberse celebrado tan pronto. Seguramente fue un error.

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Durante estos días, tras el primer momento de 'shock', se han sucedido algunas declaraciones políticas en medio de una ceremonia de la confusión. Llegará el momento de exigir responsabilidades. Pero, con el duelo recién comenzado, el desgaste político se presenta muy mezquino ante tragedias de esta naturaleza. La ira de la gente tiene varios destinatarios. El valenciano Carlos Mazón se encuentra en la cuerda floja, al igual que su consellera de Justicia e Interior, por la falta de reflejos durante las primeras horas. Puede que el PP no precipite aún su caída, pero tiene plomo en las alas. En el relato del PP la gestión valenciana constituye un evidente peso que complica las expectativas de Feijóo, que se muestra a la espera de que algunos jueces terminen por complicar la legislatura a Sánchez.

Puede que en este contexto, el líder del PP juegue a endurecer el discurso de la polarización para soltar lastre y desviar la atención. Es muy previsible que refuerce esa línea de ataque a Sánchez, que suscita una hostilidad visceral en sectores de la derecha. Feijóo dejará caer a Mazón, aunque necesite tiempo para que no se interprete que su decisión es fruto de la presión ambiental. No querrá ofrecer un discurso de debilidad. Pero la realidad terminará por imponerse.

En otro orden de importancia, el Gobieno central ha cometido errores. Al señalar que «estarán listos los recusos en cuanto se soliciten», el presidente no trasladó un mensaje contundente ante la necesidad sino una idea un tanto confusa en la que late la sensación de un enredo competencial del Estado autonómico. El PSOE se equivocó, también, al mantener la votación en el Congreso para elegir al nuevo consejo de administración de RTVE el mismo día en el que comenzamos a percatarnos del alcance de la tragedia. Pero estos errores no son comparables con la percepción de que el Govern autonómico se ha visto absolutamente desbordado por los acontecimientos.

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En todo caso, la ondas istémicas de la catástrofe afectan a la credibilidad del propio sistema, al conjunto de las instituciones y de los partidos. Hay una seria fatiga y hay determinados ingredientes que pueden acelerar los tiempos. Nadie se libra de ese juicio. La cuestión de fondo es que empieza a germinar un caldo de cultivo contra la institucionalidad que se desconocía en estos lares y que hunde sus raíces en una visión prejuiciosa de lo público.

Cuando la principal víctima de esta situación es la política es que algo profundo está fallando. Cuidado con el lema 'Solo el pueblo salva al pueblo', porque detrás de un mensaje aparentemente inocuo y bienintencionado se esconde una filosofía regresiva, que conecta con una ola de restauración antidemocática que recorre el mundo 'Solo el pueblo salva el pueblo' es una consigna profundamente injusta. En la lucha contra esta catástrofe es evidente que la ayuda de la gente es crucial. Ha habido una demostración de complicidad solidaria la que hay que poner en valor. Pero sin olvidarnos de la labor de todos los servidores públicos. El Estado ha ejercido su obligación y su responsabilidad para defender a la comunidad en peligro.

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