El lugar en el que acabó el camión, un sitio bastante inaccesible para un camión con remolque.

Viajaba de Murcia a Letonia y acabó con su tráiler en un monte de La Rioja

El conductor ucraniano durmió en la cabina y los vecinos del pueblo le ayudaron al día siguiente a rescatar su vehículo

JAVIER ALBO-LARIOJA

Jueves, 19 de noviembre 2015, 17:30

Sorpresa en el municipio de Bonicaparra, una localidad de la zona riojana de Ezcaray. Hasta el final de la carretera del citado pueblo llegó, aún se desconoce cómo, un enorme tráiler frigorífico que debía llevar hasta la capital de Letonia 22 toneladas de cítricos que había cargado en Murcia. Sin explicarse de qué manera había acabado allí, en el paraje de Monte Hondo, el conductor, un ucraniano, decidió pasar la noche del domingo en la cabina del vehículo, a la espera de encontrarse al día siguiente, como informa en su página web el periódico La Rioja.

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Por la mañana, un vecino se lo encontró lloroso y desesperado, por lo que le llevó al cuartel de la Guardia Civil, que desplazó a unos agentes hasta el lugar en el que estaba el vehículo y contactó con Íñigo Capellán, asiduo colaborador de la Benemérita y del Gobierno de La Rioja en diversas labores en el monte y carreteras. «Estaba muy complicado», reconocía este domingo, aún sorprendido del lugar hasta el que había llegado el vehículo. «Debió subir con las ruedas en el aire en tres curvas», dijo sobre la estrechez de la sinuosa carretera de Bonicaparra.

Con su tractor empujó el camión, que estaba atascado en el camino. Ayudó a maniobrar al conductor pero le veía poco práctico. Seguía nervioso y a punto estuvo, en más de una ocasión, de precipitarse por el barranco. Se comunicaban con la ayuda de un vecino de Ezcaray, también ucraniano. Había que sacar el vehículo de la pista, primero, y, después, conducir un kilómetro marcha atrás por la carretera, hasta llegar a un punto en el que dar la vuelta. Íñigo llamó a su primo José Manuel, avezado camionero. Para cuando llegó, él mismo había logrado retroceder ya unos 600 metros. En diez minutos, su familiar terminó la maniobra y bajaron a Ezcaray. «¡Menudos abrazos nos daba!», recuerdan del conductor, sin entender aún muy bien cómo llegó hasta allí. Dudan que el GPS fuera capaz de desviar tanto...

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