Lalia González
Miércoles, 6 de mayo 2015, 13:25
Todos eran debutantes, menos los representantes socialistas, en el debate de ayer. Juanma Moreno se estrenaba como portavoz del PP andaluz, aunque fuera diputado en el pasado, y también lo hacían Antonio Maíllo (IU), Juan Marín (Ciudadanos) y Teresa Rodríguez (Podemos). Se escenificaba la nueva política y el relevo generacional y lo que ustedes quieran, pero todo parecía cansino, repetido y hasta antiguo, superado, cuando no peor que lo conocido. Ni entusiasmo en los aplausos, ni apenas pasión. Eso sí, mucho cuchicheo.
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Ya el calendario del día, con una gran pausa para almorzar, hacía calcular que la segunda votación sería el viernes, no sólo para dar un poco más de tiempo a negociar, sino para evitar que el inicio de la campaña de las elecciones municipales, hoy por la noche, se colara sobre las abstenciones. Es decir, que a los partidos que pudieran facilitar la investidura de Susana Díaz no les repercutiera en sus mitines.
Pero lo cierto es que los apoyos se le resisten a la candidata socialista, que clamó en vano durante todo el día "que me dejen formar gobierno". Podemos hizo un guiño a primera hora, pero luego se desdijo y hasta habló de que consultará a las bases, lo que parece indicio seguro de un No, mientras Ciudadanos, pese a su anuncio del viernes, pese al tono amable de su portavoz, pareció retirarse. Tras salir de su discurso, Juan Marín se encontró con que en Barcelona su jefe de filas, Albert Rivera, daba marcha atrás y volvía a enumerar condiciones superadas, la entrega del acta de Chaves, al menos en titulares, porque los socialistas creían que era un gesto de cara a la galería. Chalaneo, pues, mando a distancia desde Barcelona. Al pobre de Juan Marín le ponen las cosas difíciles los suyos y crecen las presiones para torcer un tono que asombró porque, por primera vez, parecía superar 'las peleítas' sin perder el tono crítico hacia la gestión y el programa socialistas.
Pero en Podemos las cosas no son mejores. Pascual dice una cosa, Teresa Rodríguez otra, y así. El partido morado optó para su estreno por una puesta en escena 'dramatizada' con la presencia de dos mujeres afectadas por los desahucios que se levantaban cuando se hablaba de ellas en la tribuna. No fueron los únicos invitados de este grupo: también facilitaron el acceso a trabajadores de Delphi, que persiguieron e increparon a la presidenta en funciones cuando se dirigía a su despacho tras salir del salón de plenos. Una situación desagradable que se compadece poco con las formas de una regeneración. Como tampoco lo hizo la actitud de las bancadas socialista y popular con el discurso de Rodríguez, que en algunas ocasiones se vio obligada a parar y a comentar que "esto es peor que el instituto". "No tienes ni puta idea" le dijeron desde el PP, "cállate bonita", desde el PSOE. Una diputada popular le instó a no quejarse, porque le parecía que "esto no es nada, prepárate". Y así.
No había feeling en el aire. Ninguno de los ideales de buen rollo, de política colaborativa, de prevalencia del interés general se hicieron carne. Las ofertas de diálogo parecían regalos envenenados, trampas, cansinas palabras vacías.
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El presidente del PP-A, a quien tocó turno después de comer, no logró sorprender tampoco, aunque el rifirrafe con Susana Díaz, en el que ambos se fajaron como veteranos púgiles, reveló que hay aún un fuerte instinto animal entre los dos bloques del bipartidismo, digan lo que digan los politólogos de guardia.
De modo que el laboratorio andaluz, el 'campo de pruebas' del nuevo tiempo, viene a ser como para dejarse las venas largas. El resultado de la primera votación, aunque fuera el previsto, se encaja en unas perspectivas peores que las iniciales y se duda de que el PSOE cumpla su anuncio de convocar plenos cada 48 horas para "desgastar" a los demás. Ellos sufrirán también, y las elecciones son para todos. Por contra, cada vez parece más seguro que los grupos, y en especial el 'popular' tratan de ganar tiempo, de dejar que pasen las elecciones municipales para entonces poner sobre la mesa intercambios de plazas, en especial de capitales que el PP-A tiene en peligro.
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