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Mónica Rico
Sábado, 15 de marzo 2025, 09:20
Desde la Edad de Bronce hasta nuestros días, la localidad segoviana de Coca se ha llenado de historia, cultura y tradiciones que sus habitantes cuidan y tratan de mantener, dándolas ahora a conocer a los cientos de visitantes que cada fin de semana recorren sus calles para empaparse de ellas, pues en los últimos años se ha convertido en un claro referente turístico de quienes quieren empaparse de todo lo que sus rincones cuentan.
Aunque existen vestigios de presencia humana en el lugar desde el segundo milenio antes de Cristo, no se encuentra un núcleo estable hasta varios siglos después, con actividades económicas como el cereal y la ganadería, convirtiéndose después en una ciudad próspera, con más de 6.000 habitantes y un urbanismo desarrollado, además de órganos de gobierno independientes y una economía diversificada. Se trata de una ciudad vaccea con las características de estas, una ciudad-estado que además, por su particular situación estratégica, entre los tajos de los ríos Eresma y Voltoya, era fácilmente defendible, a lo que se suma su gran muralla.
Roma también forma parte de la historia de Coca, que ya se nombraba como Cauca en los textos clásicos. Fue municipium romano, tuvo notable importancia en el contexto de Hispania y en el lugar se asentó una rica aristocracia que llegará a regir los destinos del imperio en su tramo final. La figura de Teodosio el Grande, nacido en Coca, es el reflejo del dominio en Roma de este clan hispano. También se han encontrado restos de numerosas villas romanas en sus alrededores.
Asentamientos visigodos, pertenencia a musulmanes y cristianos e incluso a nobles, forjan la identidad actual de Coca, con hechos destacados como la fundación de su Comunidad de Villa y Tierra, de la que dependerán 17 aldeas repobladoras, o el intercambio que hicieron el marqués de Santillana y Alonso de Fonseca, por el que la localidad pasó a manos de este último, quien comenzó la construcción del castillo. Varios miembros de la familia Fonseca se encuentra enterrados en la iglesia parroquial bajo sepulcros renacentistas.
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La construcción del castillo comenzó a partir del año 1453, cuando se obtuvo el permiso para su realización y su historia también es extensa, con detalles a resaltar, como la ocupación de la ciudad por Napoleón, y el establecimiento de sus tropas en el castillo. Estas mismas saquearon el municipio, quemando el archivo municipal, la fábrica de vidrio un convento de franciscanos y dejaron el castillo en ruinas.
Fue unos años después cuando se inició la construcción de este edificio, en concreto de su cuerpo central, de planta cuadrangular y patio de estilo mudéjar, flanqueada por la Torre del Homenaje. De los Fonseca, el castillo pasó a la Casa de Alba, y posteriormente al Ministerio de Agricultura, cedido por los propietarios, para la instalación en el espacio de una Escuela de Capacitación Forestal.
No hay mayor tradición en Coca que aquella relacionada con la gran masa forestal de pinares que rodea el municipio. Y es que, hace años, se vivía del monte. Aunque ahora la economía se ha diversificado, se siguen explotando las mismas hectáreas de pinar, especialmente en el sector de la resina, que ocupa a varias decenas de trabajadores que se encargan de resinar más de 300.000 pinos. Ligada a la resina surgió la alfarería, oficios tradicionales como el resinero y el alfarero, se suman otros como el peguero y el carbonero, ahora ya desaparecidos.
Fue declarado Monumento Histórico Artístico en el año 1928 y está considerado como una de las mejores muestras del arte gótico-mudéjar español, destacando también la belleza de sus salas, en las que se pueden encontrar motivos geométricos mudéjares realizados con estucos y pinturas.
Aunque se trata del monumento más destacado, visitado y conocido de Coca, la ciudad está llena de ejemplos de cultura, arte y patrimonio, con ejemplos como los restos de sus murallas medieval y vaccea, de la que se conservan más de 200 metros, con lugares como la Puerta de la Villa, uno de los accesos con los que contó el recinto murado. Muy cerca de esta puerta se pueden ver los verracos vacceos, esculturas zoomorfas realizadas en granito, de los que la villa conserva tres, dos en esta zona y uno dentro del recinto del castillo.
Destacable también es la torre de San Nicolás, el único resto visible de la desaparecida iglesia románica de San Nicolás. Además de su función religiosa, su situación, cercana al valle del Eresma, la convertían en una importante atalaya defensiva, desde la que se controlaban los accesos por el norte a la villa. Si de iglesias hablamos, Coca llegó a contar hasta casi una decena, de la que únicamente se conserva al completo la de Santa María la Mayor, que aún conserva algunos restos de la primitiva iglesia románica.
De su época romana, son muchos los vestigios que se pueden encontrar como una domus romana, junto al edificio de los Cinco Caños, donde se conservan los restos de lo que fue, posiblemente, la residencia de un magistrado municipal de la antigua ciudad romana de Cauca. Los cerca de 200 metros conservados ofrecen frescos coloridos con diferentes composiciones, que alcanzan los dos metros de altura.
Coca es un lugar lleno de historia, cultura y tradiciones, con las que ahora tratamos de impulsar el turismo. Los primeros vestigios de la presencia humana en el lugar se remontan al bronce antiguo, aunque, según los expertos, no fue hasta la primera Edad del Hierro cuando se puede hablar de un núcleo estable y organizado.
Ya en la segunda Edad del Hierro, la ciudad de Cauca, tal y como aparece en los textos clásicos, es una de las más prósperas del valle del Duero, una ciudad vaccea dirigida por una aristocracia guerrera, muy potente política y militarmente. Roma logra doblegar su resistencia en el año 151 a. C., llegando a asentarse una rica aristocracia romana. Ciudad visigoda, cristiana, conquistada por Almanzor y posteriormente por Alfonso VI, Coca cuenta con una gran historia que ahora se refleja en su patrimonio y cultura.
Un patrimonio donde no puede faltar su castillo como uno de sus referentes, que también está lleno de historia, pero que se completa con monumentos que se pueden visitar como la muralla vaccea, los verracos prehistóricos, la casa de Villa y Tierra, frescos romanos, torres románicas, iglesias, termas romanas o los sepulcros de la familia Fonseca.
Una historia que también pasa por sus hospitales, de los que llegó a haber tres, aunque solo queda el de la Merced, de 1442, el primero que contó con rayos X. Sin olvidarnos de la domus romana, junto al edificio de los Cinco Caños, y de otros lugares como la ermita de Santa Rosalía o la Torre de San Nicolás.
Esta riqueza monumental está siendo clave para el impulso de la Coca turística, y son muchos los que cada fin de semana eligen la localidad para conocer parte de su historia y su patrimonio. En los últimos puentes festivos hemos tenido grandes cifras, con cientos de personas pasando por la oficina de turismo de la villa. Para dar cabida a todos los visitantes, Coca cuenta en la actualidad con 157 plazas en alojamientos turísticos, más un camping con 150 plazas para caravanas y bungalós.
El sector de los servicios en general y el hostelero en particular, también están aprovechando esas visitas de turistas que se sienten atraídos por toda esta riqueza monumental y paisajística pues somos el lugar perfecto para disfrutar de la historia, la cultura y las tradiciones.
Tampoco quiero olvidarme a la hora de escribir estas líneas, del entorno natural de la villa, situada en la confluencia de los ríos Eresma y Voltoya, y del arroyo Balisa, y rodeada de una gran masa forestal de pinares, que ha sido indispensable para el desarrollo de la economía de Coca, especialmente ligado a la fabricación de resina, una actividad que aún se desarrolla en el municipio, que cuenta con decenas de empleos ligados al sector.
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Óscar Beltrán de Otálora e Isabel Toledo
Fermín Apezteguia y Josemi Benítez (ilustraciones)
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